Uno de los mayores errores que podemos cometer en situaciones de crisis temporal como la actual es perder la perspectiva de la situación bursátil.
Porque Ómicron es temporal. De los escenarios que hemos dibujado en los primeros capítulos de este cuaderno solo hay dos altamente probables: que se trate de una falsa alarma o que sea algo que se solucione en unos meses. En ningún caso apostamos por una situación que se mantenga en el largo plazo.
Por eso no debemos dejar de mirar al medio y largo plazo. Y una de las cuestiones que vigilamos aquí con esa perspectiva es el nivel del depósito de gasolina de las bolsas. Si tienen gasolina y los precios no son caros, si no tienen mucha competencia y si las empresas siguen mejorando sus resultados pese a que puedan tener un “receso vacunacional”, al final las bolsas acabarán subiendo.
La gasolina de las bolsas es la liquidez que hay en el sistema. Y nunca ha habido tanta. Lo vemos en el gráfico n.º 4. Es el dinero que hay en EE. UU. en depósitos, cuentas corrientes y billetes, y sería muy parecido en el resto de las economías avanzadas. El miedo, primero a “la crisis” o a “la burbuja”, luego la llegada del virus y ahora “la variante”, llevan a que la gente se asuste y meta el dinero debajo del colchón o en el banco.
Gráfico n.º 4: Dinero “escondido” en bancos y “bajo el colchón”

Alguien argumentará que el miedo no va a desaparecer y el dinero va a seguir ahí. Yo “niego la mayor”. De hecho, ya hemos visto cómo empezaba a salir. Solo hay que ver el gráfico n.º 1 de este mismo informe, referido al consumo, o ver cómo han subido las bolsas desde el mes de noviembre de 2020, cuando se anuncia la vacuna contra la COVID. Ahora tenemos un receso hasta que se compruebe si Ómicron es o no el nuevo Armagedón o es si algo pasajero y con solución.
Pero Ómicron pasará, las farmacéuticas harán cada día mejores vacunas y al final la gente irá perdiendo el miedo, lo que le llevará no solo a consumir, también a invertir. Y más ahora que la inflación es muy superior a la media de la década anterior. Esa enorme cantidad de dinero que vemos en el gráfico está perdiendo un 6,2% anual por quedarse en el banco o debajo del colchón. Seguramente la inflación bajará, pero no volverá a los niveles de la década anterior. No estamos en el mismo escenario macroeconómico ni financiero.
La siguiente fuente de gasolina es la rentabilidad de los activos alternativos a la renta variable. Evidentemente en países como España el gran beneficiario del dinero que salga de depósitos y cuentas corrientes será el “ladrillo”. También —aunque en menor medida— en otros países. Pero no les quepa duda de que también lo será la renta variable.
El motivo de esta afirmación es muy sencillo: el activo alternativo a la renta variable en el mundo financiero es la renta fija, que ahora no solo da un cupón bajísimo en relación con los dividendos de la renta variable, sino que, además, presenta el riesgo de que según se vayan retirando los mayores compradores de bonos del mundo, que son la Reserva Federal de los Estados Unidos —que ya está en ello— y el Banco Central Europeo —que no está, pero al que no le quedará más remedio—, afectará al precio de los bonos, con lo cual, poco cupón y poca expectativa de plusvalía.
Luego está el mantra de que la renta variable está cara. Quienes así lo afirman llevan diciendo exactamente lo mismo diez años —y perdiéndose la subida bursátil—, sin tener en cuenta que para valorar una empresa hay que tener en cuenta sus ingresos. Si los ingresos aumentan, es decir, el negocio de la empresa está en crecimiento, se refleja en las cotizaciones. Los últimos 10 años los ingresos de las empresas que componen el SP 500, que es el índice más importante del mundo y el que estamos utilizando para esta comparativa, no han dejado de aumentar.
De hecho, tal y como muestra el gráfico n.º 5, el PER, la medida más habitualmente utilizada para valorar empresas, concretamente el que se basa en la estimación de ingresos para los próximos 12 meses, ya que en los mercados se mira hacia delante, no está en cifras muy elevadas. Estamos hablando de PER 21,5 para el SP 500, que está muy lejos de los máximos alcanzados por esta medida cuando realmente había burbujas en la renta variable. Pero es que si eliminamos las FAANGM, que son las empresas tecnológicas, las que más han subido en los últimos 10 años, el PER sería de 18,6, un nivel que no se puede considerar en absoluto elevado para el principal índice bursátil del mundo.
Gráfico n.º 5: El PER del índice SP 500 con y sin las grandes tecnológicas

La línea roja representa el PER del SP 500 con las FAANGM. La línea azul sería si las eliminamos del cálculo. El nivel 18 está en la media de los últimos 10 años, pero es que estos últimos 10 años no han sido años de gran crecimiento económico. Es ahora cuando la economía norteamericana está previsto que crezca entre el 5 % y el 8 % anual, con lo cual esos niveles de PER no resultan tan elevados. Es más, personalmente creo que las expectativas de negocio de las FAANGM justifican pagar una prima. Solo tenemos que ver cómo crecen y cómo se hacen con el mercado.
Es cierto que nada de lo anterior se reflejará en los precios de los índices bursátiles en el corto e incluso medio plazo si entramos en el escenario negativo de la variante Ómicron mencionado en los primeros capítulos, pero si no fuera así —o cuando llegue la vacuna actualizada—, en las bolsas se notará que el depósito del vehículo bursátil está totalmente lleno.