La “Ley de Murphy” —que no es una ley científica—, dice que si algo puede salir mal, saldrá mal. La formuló, fruto de la desesperación, el ingeniero aeroespacial Edward Aloysius Murphy, después de descubrir que estaban mal conectados todos los electrodos de un arnés para medir los efectos de la aceleración y deceleración en pilotos. Aunque la ley es más conocida por esa frase que dice que la tostada siempre se cae por el lado de la mantequilla.
Desgraciadamente ya sabemos que la Ley de Murphy puede ser de aplicación a muchas cosas, incluida la COVID-19. Quede claro que no queremos decir con esto que tenga por qué ser así, sino que es un escenario que hay que contemplar.
Por lo tanto, este sería el segundo posible escenario, el que podríamos llamar “escenario Ley de Murphy”: aquel en el que habría que reformular la vacuna entera, lo cual puede llevar meses.
Y en ese caso también habría que reformular la estrategia de inversión, puesto que, aunque tampoco estamos hablando de volver a marzo de 2020, sí que se produciría un retraso importante en la recuperación económica. Y en la normalización de las políticas monetarias: mientras dure la incertidumbre, muchos inversores aparcarán su dinero en bonos, aunque no den nada o incluso les cueste dinero tenerlos. Simplemente por buscar protección. Y eso haría subir el precio de los bonos. De ahí la reacción al alza en el precio de los bonos ante el anuncio de la llegada de una nueva y compleja variante del coronavirus.
Aunque finalmente habría luz a la salida del túnel, aumentarían las posibilidades de nuevos confinamientos para evitar la saturación de los hospitales y el aumento de fallecimientos, hasta que un porcentaje alto de la población tuviera la nueva vacuna, dado que las existentes habrían perdido gran parte de su eficacia.
Y, aunque esos confinamientos fueran temporales, estaríamos ante un escenario en el cual habría que adaptar la composición de la cartera al nuevo entorno, reduciendo la exposición a los activos de riesgo. Aunque conviene matizar que probablemente esta situación no duraría mucho tiempo. Los mercados reaccionarían positivamente tan pronto supieran que hay una nueva vacuna. Como dijimos el año pasado, antes de la llegada de las primaras vacunas, no haría falta que estuviera vacunada la población para que se dispararan las bolsas. Bastaría con que se confirmara la existencia de una vacuna. Pues más ahora, que ya se sabe que las vacunas funcionan.
La composición de la cartera tendría que variar. Ciertamente el problema tendría fecha de caducidad, pero ¿cuántos inversores están dispuestos a aguantar varios meses con posiciones perdedoras? Habría que ser pragmático y combinar una visión de medio plazo con la visión de largo plazo, es decir, invertir en aquellos activos y sectores que sabemos funcionan bien en medio de confinamientos y medidas restrictivas, pero sin dejar de tomar algunas posiciones de cara al día en el que volvamos a la normalidad, para aprovechar los bajos precios.
Como hemos pasado ya por una pandemia y un confinamiento global, y además lo pasamos con éxito, puesto que en Nextep acabamos 2020 en positivo en todos los perfiles de inversión, tenemos claro, con nombres y apellidos, cuáles serían nuestras recomendaciones para ese periodo de “recesión vacunacional”, de confinamientos y de restricciones.
Entre los activos o sectores que recomendaríamos adquirir/mantener con una visión de más largo plazo habría que distinguir aquellos que pudieran aguantar mejor “el tirón”, si me permiten la expresión.
Un ejemplo sería el de la banca frente a determinadas compañías aéreas o de cruceros. Los bancos lo pasarían mal en bolsa, pero dentro de seis meses estarían beneficiándose de los mismos factores de los que se han beneficiado en los últimos meses. Por el contrario, entre las compañías aéreas o relacionadas con el turismo podrían producirse bajas. Y dentro de la tecnología habría que centrarse en los valores de la llamada “economía del confinamiento”.
Son solo ejemplos. Llegado el veredicto sobre la efectividad de las vacunas actuales y, en su caso, formas y tiempos para la adaptación, tendríamos muchos ganadores y muchos perdedores, muchas oportunidades y muchos riesgos. Y es exactamente lo que vamos a hacer en Nextep: identificar lo antes posible cuál de los dos escenarios anteriores es el que tiene más probabilidad de reproducirse, y actuar en consecuencia.