Vamos a suponer que el veredicto de las compañías farmacéuticas, que son las que mejor conocen sus vacunas, acabe siendo que las vacunas siguen siendo eficaces frente a la nueva variante de la COVID, o que pudieran serlo realizando pequeños cambios. Y que, de ser necesarios, se implementarían en un plazo corto de tiempo.
Consideremos también otra posibilidad: que, atendiendo a la información que tenemos sobre la evolución de otros coronavirus, la nueva variante resulte ser más contagiosa, pero no tan grave —o incluso menos— como variantes anteriores. Y que, por lo tanto, no genere un aumento significativo de hospitalizaciones o fallecimientos.
Los dos párrafos anteriores resumen el mejor de los posibles escenarios: que la alarma resulte injustificada.
En ese caso estaríamos ante una muy buena oportunidad de compra, puesto que lo que más ha caído en este pánico ha sido precisamente aquello que, si volviéramos a la casilla en la que nos encontrábamos, tenía mejores expectativas de revalorización. Eran los activos y sectores que más estaban subiendo de cara a un escenario de vuelta a la normalidad.
El análisis técnico nos dice algo parecido, aunque obviamente no valora la existencia de Ómicron y sus posibles efectos macroeconómicos y microeconómicos. Pero tanto si Ómicron fuera una falsa alarma como si no tuviera ninguna influencia, entonces el análisis técnico sería perfectamente válido.
En el gráfico n.º 1 se compara el índice SP 500 con un oscilador llamado McClellan. No entraremos en cómo está hecho este oscilador, sino en que, en la mayoría de las ocasiones en la que ha sido tan bajo, el mercado ha tenido repuntes muy importantes.
Gráfico n.º 1: El oscilador MacClellan, en uno de sus niveles más bajos desde 2007

Podemos decir lo mismo en relación con el sentimiento del mercado. Como hemos comentado en muchas ocasiones, el consenso suele ser un indicador contrario, es decir, en los mercados financieros la mayoría se equivoca más que acierta. Se puede comprobar en el gráfico n.º 2. En general el sentimiento del mercado tiende a ser muy alcista (optimista) cuando el mercado está muy arriba, y muy bajista cuando lo que habría que hacer es comprar. Y ahora mismo el consenso de los inversores (línea azul) es extremadamente pesimista. “Bullish” significa alcista / optimista, así que, a menos “bullish”, más“bearish” (bajista / pesimista).
Gráfico n.º 2: La mayoría de los inversores es ahora extremadamente pesimista

Otra ventaja de que Ómicron se quedara en un susto es que previamente habría metido el “miedo en el cuerpo” a muchas personas que no están vacunadas. Y a muchos gobiernos que, en un escenario así, no les temblará la mano a la hora de presionar a los no vacunados para que se vacunen. No entro en si esto está bien o mal, aquí analizamos cómo afectan las cosas a las inversiones de nuestros clientes, no realizamos juicios de valor, ni éticos, ni políticos. Para nosotros lo importante del aumento de las vacunaciones es que está demostrado que lleva a menos hospitalizaciones y menos fallecimientos. Insisto: estamos estudiando el supuesto en el que esas vacunas funcionaran o se pudieran adaptar rápidamente.
La conclusión sería la misma si finalmente el veredicto final coincidiera con cualquiera de los supuestos anteriores, es decir, unas vacunas fácilmente adaptables o enfermedad menos grave de lo descontado por los mercados: los inversores habrían sobrerreaccionado. Grave error haber vendido, oportunidad de compra para quien no esté ya invertido.
Cuándo comprar
Si fuera así, quien quiera aprovechar para hacer cartera o completar la que estuviera diseñando podría esperar al veredicto final. Es la postura más prudente, pero tiene que ser consciente de que, en ese caso, se habrá perdido el descuento que ofrece esta corrección. Tan pronto se vaya equilibrando la balanza en un sentido o en otro, el mercado lo descontará rápidamente.
Afortunadamente, entre esperar a la confirmación oficial o lanzarse a la piscina sin ningún tipo de información podría haber un término medio.
Para cuando usted reciba este cuaderno habrá más información sobre la evolución de la enfermedad en las personas que se han infectado con la nueva variante. Es la información que nos permitirá adelantarnos. Empezaremos a tener una idea de hasta qué punto esta variante es más dañina o no, de si los vacunados desarrollan los mismos síntomas que los no vacunados y, lo más importante, de los niveles de hospitalización y fallecimientos consecuencia de esta variante. Es un dato fundamental, porque esos son los índices de referencia que usan los gobernantes a la hora de decretar confinamientos, que es lo que afecta a la economía.
No se trata de tener la bola de cristal: se trata de recabar información y, en base a dicha información, calcular las probabilidades de cuál puede ser el escenario futuro. Si no se detectaran grandes diferencias en relación con las cifras de variantes anteriores, las probabilidades de que estuviéramos ante una falsa alarma aumentarían considerablemente.
Qué comprar
Si se confirma alguno de los escenarios descritos en este capítulo, lo mejor que puede hacer el inversor es comprar todo aquello que estuviera subiendo ante la expectativa de salir de la pandemia, especialmente aquello que haya recibido un fuerte castigo ante la posibilidad de volver a la casilla de salida. Porque en términos económicos no se volvería a la casilla de salida. Se volvería rápidamente a la casilla anterior a la aparición de Ómicron.
Recordemos que antes de la llegada de la nueva variante, la economía norteamericana, que es la más importante y marca el ritmo a todas las demás, estaba mostrando una fortaleza que sorprendía a los analistas. De hecho, como podemos ver en el gráfico n.º 3, el consumo estaba aumentando mucho más de lo previsto, muy por encima de la media de los últimos 30 años, lo que acababa de llevar a los departamentos de análisis de JP Morgan y Morgan Stanley a incrementar fuertemente sus previsiones de crecimiento económico para 2021.
Gráfico n.º 3 : El consumo y la inflación han repuntado con fuerza en EE. UU.

Concretamente, JP Morgan aumentaba su estimación de crecimiento del 5 % al 7 %, y Morgan Stanley incrementaba su predicción desde un 3 % hasta un 8,7 % (nada menos). Y obviamente ambas entidades tienen buena información sobre la situación de la economía de los EE. UU. En otras palabras: se confirmaba el cambio de ciclo hacia un mayor crecimiento.
También hacia una mayor inflación. Se acaba de situar en el nivel más alto desde el año 1990, lo que significa que, aunque pudiera bajar una vez se solucionen los cuellos de botella, será muy difícil que volvamos a los bajos niveles de inflación de la última década, en gran parte responsables de los distintos procesos de estímulo monetario o QE (“Quantitative Easing”).
Si Ómicron fuera una falsa alarma, estaríamos ante una oportunidad de oro para incrementar posiciones en valores cíclicos. Y de apostar por la normalización de los tipos de interés del mercado, es decir, por el fin del “tapering” y la subida de los tipos de interés en el mercado de bonos, especialmente en Estados Unidos (1).
La búsqueda de refugio que ha generado el miedo a la nueva variante Ómicron ha hecho subir el precio de los bonos y ha creado la sensación de que volveremos a los tipos de la pandemia. Esa predicción podría resultar un grave error si la nueva variante no resultara tan preocupante.
Si fuera una falsa alarma, mucha gente que ha ido a buscar refugio en los bonos vendería, lo que podría coincidir con el momento en el que la Reserva Federal de los Estados Unidos esté dejando de comprar, ya que ha decidido acelerar el fin de sus compras de bonos, con lo cual se unirían dos fuerzas bajistas sobre el precio de los bonos.
En otras palabras, si se materializara el mejor de los escenarios posibles, la subida en el precio de los bonos —y por lo tanto de los fondos de renta fija— que se acaba de producir podría ser un espejismo. Incluso en la eurozona, porque si Ómicron no resulta ser tan fiero como lo pintan, Lagarde se habría quedado sin excusas para seguir subvencionando los tipos de interés en el sur de Europa.