Ha sido muy hábil el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Anunciando ahora su intención de reducir más rápido de lo previsto sus compras de bonos, es decir, acelerar el “tapering”, aprovecha que el pánico creado por la nueva variante del coronavirus ha provocado la búsqueda de refugio en los bonos USA. Si hubiera hecho su anuncio en un momento de calma, el precio de los bonos habría caído significativamente.
Pero lo ha hecho justo cuando ha ocurrido algo que aumenta su demanda. Todo el mundo está buscando refugio e incluso pensando en que la mezcla de Ómicron y “tapering” llevará a una fuerte caída del crecimiento, y así no se nota que precisamente lo que va a hacer la Fed es dejar de comprar bonos más pronto de lo previsto.
Es fácil entender cómo habría impactado este anuncio si no hubiera coincidido con una nueva y “preocupante” —según la OMS— variante del coronavirus. Es la ley de la oferta y la demanda: el precio de los bonos aumenta cuando el número de compradores supera al de vendedores, y si el mayor comprador de bonos norteamericanos, que es la Fed, anuncia su deseo de retirarse cuanto antes del mercado, lo normal es que los bonos caigan. Pero no si el resto del mundo busca refugio en ellos.
Lo que tenemos que plantearnos es qué pasará el día en el que o bien se compruebe que la vacuna es válida, que la enfermedad no es tan grave o que hay que hacer una nueva vacuna, pero estará lista en tres meses. En otras palabras, los plazos pueden variar, pero el resultado es que tarde o temprano estaremos donde estábamos antes de que apareciera la variante Ómicron, para entonces la Fed ya no estará comprando, dejando por lo tanto de manipular al alza el precio de los bonos. No será un buen escenario para invertir en bonos del Estado, ni norteamericanos ni de ningún otro país.