Con el tipo de interés que pagan actualmente los bonos del Estado llevaría 147 años doblar la inversión, mientras que invirtiendo en renta variable serían 13. Y si utilizamos la forma preferida de ahorrar de los españoles, que es dejar el dinero en un depósito o cuenta corriente, nos llevaría 720 años. Esto es lo que se desprende de un estudio realizado por la gestora de fondos internacional Robeco (ver gráfico n.º 5), una de las mayores del mundo y, por lo tanto, suponemos que tiene un buen departamento de análisis, así que daremos los datos como válidos.
Gráfico n.º 5: Años necesarios para doblar la inversión (por tipo de activo).

Lo digo porque, como podrán comprobar, no se trata solo de multiplicar el tipo de interés por los años, sino que intervienen los vencimientos, la reinversión de cupones, etc. Además, por deuda del Estado podemos estar entendiendo muchas cosas y muchos países. Ponernos a analizarlo todo llevaría tiempo y probablemente nos desviara de la idea fundamental, que veremos a continuación.
Respecto a las acciones o renta variable (“Global Equities”) tendremos también que confiar en el buen hacer de los analistas de Robeco puesto que es una estimación, pero también les diré que es una estimación conservadora, teniendo en cuenta que la rentabilidad histórica de la renta variable se sitúa en el 8 % o 9% (salvo excepciones muy negativas como ha podido ser Japón o lleva camino de ser España). Pero si hablamos de los índices norteamericanos, de China o de las grandes economías europeas un 5,49 % resulta conservador considerando lo ocurrido en los últimos 100 años (obviamente menos en el caso de China). Tengamos en cuenta que sólo vía dividendos el que invierta ahora mismo en renta variable europea consigue un 3 % y, teniendo en cuenta la historia, ese 3 % aumentará puesto que las compañías crecen y a largo plazo van aumentando sus dividendos.
Alguien dirá que los bonos han dado un resultado mucho mejor que este en los últimos años. De hecho quienes sigan estos Cuadernos desde hace tiempo saben que he sido muy partidario de la inversión en bonos, tanto corporativos como estatales. Pero cada día está más cerca el momento en el que los bancos centrales no van a poder seguir comprando bonos al ritmo que lo han hecho durante los últimos 10 años, y en ese momento se acabará la plusvalía (2) que generaba esta demanda. Lo que quedará son unos tipos de interés medios ligeramente por encima del 0 % cuando no negativos. Y esto vale también para los bonos corporativos de grado de inversión, es decir, los que no se consideran de alto rendimiento o “bonos basura”, puesto que los bancos centrales también están comprados por bonos corporativos a mansalva.
¿Cómo puede afectar esto a una cartera de fondos?
Lo podemos plantear con esta pregunta: ¿qué hace el gestor de un plan de pensiones internacional, que tiene compromisos de rentabilidad con miles de pensionistas, si, en renta fija —bonos—, ve que en los próximos años no cobrará intereses de ningún tipo o incluso tendrá que pagar a los emisores? Personalmente lo tengo muy claro: entre la disyuntiva de no cumplir mis compromisos y cumplirlos cobrando un dividendo de como mínimo el 2 % invirtiendo el grueso de mi cartera en renta variable, me quedaría con esta última opción.
¿Por qué digo que sólo les quedará el cupón (o más bien el “no cupón”)? Pues porque es cuestión de tiempo —probablemente meses— que, según se estabilice la situación económica, los bancos centrales dejen de comprar bonos, porque ya están de hecho al límite sus posibilidades racionales de comprar toda la deuda que emiten estados y compañías. Cuando eso ocurra, lo mejor que podría pasar es que los bonos dejen de subir, y lo más probable es que ajusten a la baja al desaparecer el mayor comprador del mundo, con diferencia.
Si cuando sean plenamente conscientes de esa situación los grandes gestores de fondos todavía están a tiempo de comprar acciones —renta variable— con un dividendo decente, no les quepa duda de que lo harán, simplemente porque no tendrán alternativa frente a sus pensionistas. Eso supondrá una demanda importante para la renta variable global.
Lo anterior no afecta solo a los gestores de grandes fondos de inversión o de pensiones, también le afecta a usted. En este sentido no hay diferencia entre un gran inversor y uno pequeño: si los bancos centrales dejan de comprar bonos en algún momento de los próximos años, seas un gran gestor o un pequeño inversor te vas a quedar con un cupón similar al del gráfico n.º 5 o probablemente menor, que además se quedará en nada con las comisiones que aplican los fondos de inversión, sobre todo en España.
Sin duda esto podría cambiar si se reaviva el fuego de la inflación, que lleva apagado décadas, pero, en primer lugar, eso puede llevar mucho tiempo, y en segundo lugar, la historia nos muestra que la inflación, si es una inflación normal, beneficia más a la renta variable que a la renta fija. Y en cualquier caso, la afirmación anterior se basa en hechos reales actuales. Lo demás son puras especulaciones.
Hay otra consecuencia: cuando los ciudadanos se den cuenta de que con el dinero en la cuenta corriente es imposible obtener rentabilidad alguna, lo más probable es que de una u otra manera trasladen aunque sea una muy pequeña cantidad de su dinero a fondos de inversión que estén dando “algo” y, por el mismo razonamiento que antes, dentro de un año lo único que estará dando “algo” serán los fondos de renta variable, al haber desaparecido el cupón —y muy probablemente la plusvalía— en los fondos de renta fija.