En las redes todo el mundo opina sobre los mercados. Y me parece muy bien, faltaría menos. De hecho considero que Twitter es una de las mejores fuentes de debate y de información que existen actualmente en los mercados.
Pero nada es perfecto y la redes tampoco. Hay cierta tendencia a considerar como una verdad absoluta todo aquello que se repite con mucha frecuencia, normalmente ideas o planteamientos que calan en la audiencia por ser llamativos.
Tenemos dos ejemplos muy recientes. Uno en los últimos 10 años, donde se daba por hecho que venía “la crisis”, ya fuera económica, financiera o todas a la vez y que, por lo tanto, no se debía invertir en renta variable so pena de perderlo todo.
Evidentemente ha resultado ser falso, puesto que no solo no se ha producido la temida “crisis”, sino que al final si han caído los mercados ha sido por la llegada de un virus, algo que a nadie se le pasó por la cabeza. Y encima se han recuperado en unos meses, cuando la verdad absoluta e incontestable era que, como todo estaba muy mal, no podían subir y recuperarse.
La consecuencia de ambas verdades absolutas que han resultado no serlo tanto ha sido que la mayoría de los inversores se ha perdido tanto el mercado alcista de los últimos 10 años como esta recuperación.
Ahora tenemos un nuevo ejemplo que podría inducir de nuevo a error. Se trata de una interpretación errónea del concepto económico de la velocidad del dinero. Este dato mide el nivel de transacciones —compras de bienes y servicios— que se realiza en una economía. Para hacer fácil la explicación, digamos que esa cifra representa el número de veces que un euro cambia de manos en un periodo determinado.
Es sin duda un buen indicador de la salud de la economía real. A más transacciones, más actividad económica, mejor salud tiene la economía. Pero hay que añadir un matiz muy importante: es un gran indicador de lo que ocurre en la economía real, no necesariamente de lo que ocurre en la economía financiera.
Lo que se está repitiendo ahora constantemente es que, como el nivel de velocidad del dinero está por los suelos (ver gráfico n.º 1), entonces no tiene ninguna lógica que suban las bolsas, porque si la economía está mal, la bolsa tiene que estar mal. Y así llegamos a una nueva verdad absoluta: la bolsa no puede subir si la velocidad del dinero es cada vez menor.
El problema es que esto no es cierto. Para empezar, hace tiempo que está bajando ese ratio y las bolsas no han hecho más que subir (la bolsa española la que menos, pero es un caso aparte y por lo tanto debe estudiarse aparte). Así que tenemos una demostración empírica muy clara de que la afirmación no es cierta y que, por cierto, ha hecho mucho daño a quienes no invirtieron pensando que el mercado no se recuperaría, entre otras cosas, por este motivo.
Gráfico n.º 1: La velocidad del dinero

Probablemente el problema está en que quienes hacen el razonamiento se basan en la literalidad del concepto —“si el dinero no se mueve no se mueve hacia ningún sitio”— y no han considerado cuales son los componentes de esta ratio.
En el numerador —parte de arriba de la fracción— se pone el producto interior bruto (PIB) de un país. En el denominador —abajo—, la oferta monetaria del mismo, en su sentido más amplio (la llamada M2), es decir, el dinero que hay en circulación más el que está en cuentas corrientes, depósitos y fondos monetarios.
Lógicamente a más dinero “quieto” en depósitos, cuentas y fondos monetarios, más bajo el resultado de la ecuación, porque el denominador es cada vez mayor. Si además cae el PIB, más bajo todavía, porque el numerador es cada vez más pequeño y, por pura matemática, a mayor el denominador y más pequeño el numerador, más bajo el resultado.
Y esa es la situación actual. Se ha desplomado el PIB y cada vez hay más dinero en depósitos y cuentas corrientes, bien porque la gente ahorra por miedo al futuro, bien porque si estás confinado gastas menos que si puedes salir libremente a restaurantes, viajar o simplemente de compras. Y lo que nos dicen las cifras es que probablemente sea más consecuencia del confinamiento, porque según se han ido levantando los confinamientos ha aumentado el consumo.
El problema de este razonamiento es que quienes lo hacen se olvidan de lo que que no está en la fórmula. En otras palabras: asumen que lo que no está en la fórmula no existe.
Por lo tanto, no existe ese dinero que ni se va a la economía real ni se va a depósitos, cuentas corrientes o fondos monetarios. En otras palabras, no existe el dinero que se dirije a bonos y acciones, cuándo es obvio que existe. De hecho una gran parte del dinero que “fabrican” los bancos centrales se va tanto a acciones como a bonos. De hecho la forma más habitual de estímulo monetario (QE) es precisamente comprar bonos para así pagarlos con dinero que emite el Banco Central y así inyectar ese dinero en la economía.
En cuanto a qué parte de ese dinero acaba en las bolsas, basta observar el gráfico n.º2 dos de este “Cuaderno” para darse cuenta de hasta qué punto está correlacionada la evolución de las bolsas con la política monetaria de los bancos centrales, en este caso de la Reserva Federal de los Estados Unidos con el SP 500. De ahí el famoso refrán de “no te enfrentes a la Fed”, que por cierto también han olvidado quienes pensaban que las bolsas no podían subir porque las cosas estaban mal en la economía real.
Gráfico n.º 2: Balance de la Fed e índice SP 500.

En el gráfico n.º 2 la línea azul representa el balance de la Reserva Federal y la línea roja el índice bursátil SP 500. Desde la crisis de 2009, la Reserva Federal ha estado inyectando dinero en el sistema. De forma masiva entre 2010 y 2015, lo cual vemos como se “nota” en el SP 500. Luego consideró que ya era suficiente y vemos cómo también se toma un respiro el mercado. De hecho, si sube todavía es gracias a los muy buenos datos de la economía USA desde la llegada de Trump al poder y las fuertes bajadas de impuestos que lleva a cabo.
Pierde fuelle a partir de 2018, coincidiendo —qué casualidad— con la parada del motor del estímulo monetario. Y no hace falta ser un especialista para ver que la fuerte recuperación que ha tenido la bolsa USA en estos últimos meses tiene mucho que ver con el brutal incremento que se ha producido en las inyecciones de liquidez para compensar el impacto económico del cierre de la economía por el coronavirus. Casi parece que la Fed le ha dado una patada hacia arriba al SP 500.
En otras palabras: es obvio que una parte importante del dinero que emiten los bancos centrales para hacer frente a las crisis va a la renta variable y no solo a liquidez, cuentas corrientes, depósitos y fondos monetarios. De hecho, si pusiéramos el mismo gráfico para los bonos la correlación sería todavía más evidente.
¿Cómo afecta esto a su cartera de fondos?
En primer lugar, lo anterior le puede resultar de ayuda a partir de ahora a la hora de tomarse con cierta prudencia las “verdades incontestables” que se transmiten en redes sociales y medios de comunicación. Y a contrastarlas. Si va a gestionar su cartera de fondos, necesita información completa y no sesgada. O un asesoramiento financiero con esas características. Idealmente, debería contar con ambas cosas.
También debe tener muy en cuenta que en cada época las empresas de servicios financieros eligen una fórmula para vender sus servicios, que, además, normalmente se copian entre ellas, ya se trate de sociedades de valores, gestoras de fondos, bancos o asesores financieros no independientes.
Normalmente esas fórmulas se basan en el miedo: el miedo que pueden tener los inversores a estar dentro del mercado cuando baja o el miedo que pueden tener a estar fuera cuando sube, es decir, a perderse la subida.
A lo largo de los últimos años ha estado y sigue estando “de moda” utilizar el miedo a “la crisis” o a que el mercado deje de subir y te coja dentro o cualquier otro temor que genere necesidad de la “protección” qué se supone ofrece el que avisa.
No siempre ha sido así. En los años 80 y 90 se vendía lo contrario: el miedo a no ganar, a quedarse fuera, a perderse la subida. Si ahora se vende miedo a estar invertido es porque vivimos un mundo muy convulso y lleno de sorpresas en el que es más fácil vender miedo que optimismo.
Nuestro consejo es que no se deje guiar por ninguno de estos dos métodos comerciales. Trate de identificar cuándo lo que le están vendiendo es una idea con fundamento o cuándo están tratando de asustarle para para que compre un determinado producto —normalmente un libro o un fondo— o un servicio.
Ya en un terreno más concreto, olvídese por un momento de todas las opiniones que se vierten en la redes sociales y recuerde que el objetivo es mejorar la rentabilidad de sus ahorros e inversiones y, en este sentido, que el dinero que tendría que ir a la economía real esté yendo a la economía financiera perjudica a la economía real, no a la financiera.
Lo vemos en el gráfico n.º 3. La línea azul oscuro representa la liquidez en el sistema global, medida en este caso por el dinero en circulación y en cuentas corrientes (M1). Si el nivel alcanzado ya es espectacular, piensen si incluyéramos depósitos y fondos monetarios (M2). La línea azul claro representa la evolución del índice bursátil global MSCI World. Es evidente que existe una correlación casi total y que además lo que haga la línea azul oscuro va estableciendo lo que puede hacer la línea azul claro.
El nivel de liquidez en el sistema es un factor fundamental para la evolución futura de los mercados. Es lo que olvidaron quienes no creían que el mercado pudiera recuperarse. Y lo siguen olvidando. Nosotros, en Nextep, nos lo tomamos muy en serio entonces y nos lo seguimos tomando ahora. Nuestra recomendación es que haga lo mismo.
Gráfico n.º 3: La liquidez (oferta monetaria) y el índice MSCI World.

Sirva también todo lo anterior como una prueba más de lo importante que es trabajar con asesores o gestores que entiendan las diferencias entre la economía real y la financiera y, sobre todo, que entiendan que los tiempos son diferentes. Y la importancia de la liquidez que haya en el sistema.
Al final, economía real y financiera acaban coincidiendo, pero no suelen ir al mismo ritmo aunque lleguen al mismo sitio. El asesor o gestor que cuando hable con usted no diferencie economía real y financiera en estos términos no es la mejor opción, sobre todo si el objetivo es la rentabilidad financiera.