Dicen que los mercados se mueven por el miedo: miedo a estar dentro cuando caen, miedo a estar fuera cuando suben.
FOMO es el acrónimo de las palabras inglesas “Fear Of Missing Out”. La traducción “práctica” seria algo así como “miedo a perdérselo”. Este acrónimo se utiliza en los mercados a la hora de definir el síndrome que sufren los inversores cuando se están perdiendo una subida bursátil (o de cualquier otro activo).
Pero lo importante para nosotros no es como se sientan los inversores que se hayan perdido la subida, sino las consecuencias que tiene cuando el síndrome se produce en un número amplio de ellos, incluidos inversores institucionales.
Para entender las consecuencias del síndrome FOMO tenemos que conocer los antecedentes.
FOMO es el acrónimo de “Fear Of Missing Out”. La traducción seria algo así como “miedo a perdérselo”
Antes de la llegada del virus, la mayoría de los inversores se había perdido la fuerte subida que tuvieron las bolsas desde mediados de 2009. Y hablamos de las bolsas internacionales, no de la española, que ha sido el coche escoba de los mercados.
El temor a una nueva crisis, convenientemente alimentado por los vendedores de servicios financieros y los autores de libros que basan en el miedo su formula de captación de clientes (o sus ventas,) hizo que muchos inversores se mantuvieran al margen y se perdieran una de las mayores subidas bursátiles de los últimos tiempos.
“La burbuja”, la “crisis”, los bancos centrales, la “represión financiera”: todo valía para asustar a los inversores y que así buscaran “refugio” en esas entidades que les avisaban de la llegada del colapso financiero o compraran esos libros que les darían la fórmula mágica para protegerse.
Finalmente, tras diez años de espera, llego el Armagedón, pero curiosamente no tuvo origen financiero. De hecho, no tuvo nada que ver con ninguna de las catástrofes económicas anunciadas. Haciendo honor a su carácter impredecible, la crisis llegó por dónde absolutamente nadie se lo esperaba: de la mano de un virus desconocido y terriblemente contagioso.
La llegada del Covid 19 hizo que bajara el síndrome FOMO. No corregía el terrible coste de oportunidad en el que habían incurrido los inversores que compraron la teoría del miedo. En los peores momentos la caída ni siquiera se acercó a los niveles en los que estaban los índices hace diez años y sólo brevemente se acercó a donde estaban hace cinco. Es más, los índices no tardaron en rebotar con fuerza. Pero al menos los que se habían perdido la subida se ahorraron el mal trago de la crisis.
Poco duro la relajación. Los índices han recuperado en gran medida lo perdido y algunos incluso superan sus máximos anteriores. Pero el número de inversores que se han quedado fuera del mercado ha aumentado, porque a los vendedores de miedo habituales se unieron la mayoría de los analistas que, por algún motivo, olvidaron que los mercados anticipan escenarios futuros.
Las bolsas anticiparon con fuertes subidas la recuperación económica en forma de V asimétrica – que ya se está produciendo -, así como el efecto que tendrían las inyecciones masivas de liquidez de los bancos centrales y las ayudas de los gobiernos.
Así que ahora llueve sobre mojado. Los que se perdieron la subida de los últimos diez años ven como los índices han vuelto a retomar la tendencia alcista, pero ellos siguen fuera. Y encima ahora se les unen los inversores que vendieron en pánico y no volvieron a entrar porque la mayoría de analistas les decían que todo estaba muy mal. Y son muchos, como vemos en el gráfico número uno, que muestra como nunca tantos se han perdido tanto. El gráfico mide el porcentaje de inversores bajistas que, en consecuencia, están fuera del mercado. Y en esta ocasión coincidiendo con un mercado alcista. De ahí que esta y la anterior subida sean conocidas como las más odiadas de la historia),pues el porcentaje es el mayor desde que se inició la encuesta en 1987. Además es incluso mayor que en marzo, en plena caída del coronavirus, lo que significa que muchos se han perdido la última recuperación.
Grafico nº 1: Inversores alcistas menos inversores bajistas (EE.UU.)

Ahora, afectados todos por el síndrome FOMO, piensan, y no les falta razón, que si las bolsas han sido capaces de superar algo así ¿de que no serán capaces a medio y largo plazo? Porque encima ahora hay mucha más liquidez que antes.
Además esta subida se la han perdido también la mayoría de los inversores institucionales y gran parte de los Hedge Funds, así como muchos clientes de los servicios de gestión de carteras (no así los asesorados por Nextep, si me permiten la cuña publicitaria)
A más afectados por el síndrome FOMO, más gente que necesita comprar aprovechando las correcciones, lo que hace que puedan ser de una intensidad menor de lo normal.
La conclusión para el inversor es sencilla: a más afectados por el síndrome FOMO, más gente que necesita aprovechar las correcciones para comprar y no quedarse fuera, así que a partir de ahora las correcciones pueden ser de una intensidad menor a la normal. Si alguien quiere aprovechar una corrección para “entrar” en renta variable, deberá tenerlo en cuenta. Y también los “traders” de corto plazo si quieren seguir haciendo “trading”.
También hay una consecuencia a largo plazo, que es que todo esa enorme cantidad de liquidez que se ha quedado fuera es gasolina para los mercados de renta variable. Con independencia de que estén más o menos caros, hay que entender que uno de los factores que mueven los mercados es, precisamente, la liquidez. Y ahora mismo sobra.
¿Cómo tener el cuenta el síndrome FOMO a la hora de realizar mis inversiones?
Si está esperando una corrección para unirse a la tendencia alcista, no debe ser demasiado exigente. Hay muchos como usted esperando para entrar.
(A efectos puramente informativos: en las correcciones que se han producido a lo largo de los últimos 30 años la caída media ha sido del 9 %. Una caída superior al 20% se considera mercado bajista)
Evidentemente la corrección podría ser muy profunda si, por ejemplo, se retrasa la consecución una vacuna para el Covid -19 u ocurriera algo realmente grave en la política o en la economía.
Hay otro elemento que hace que el síndrome FOMO sea en esta ocasión más incómodo que en ocasiones anteriores y es la falta de alternativas rentables. El día que los bancos centrales reduzcan sus compras y eventualmente las detengan dejará de subir el precio de los bonos. Y lo harán: los bancos centrales no están cómodos comprando todos los bonos que hay en el mercado. Están deseando que se estabilice la situación económica para echar el freno. Esto limita el potencial de revalorización a medio y largo plazo de los fondos de renta fija (1)
El síndrome FOMO también beneficia a activos que no son acciones y que están funcionando bien. Mucha gente sufre el síndrome viendo como suben el oro o los bonos de alto rendimiento. Pero nadie en su sano juicio invierte todo su dinero en oro o en bonos de alto rendimiento. La realidad es que la renta variable tiene pocos rivales. Y si subió tras la crisis de 2008 teniéndolos, ahora tiene muchos menos competidores.