Es lo que le habría dicho yo, parafraseando a Bill Clinton, a quien haya elegido la portada del The Economist de mayo. Y al director del semanario le diría aquello de “¿Y tú también, hijo mío?” que le dijo Julio Cesar a su hijo adoptivo, Bruto, mientras le apuñalaban.
Incluso alguien del prestigio de The Economist prefiere ser políticamente correcto y olvidar las reglas que durante tantos años —siglos— han seguido los mercados, las cuales se supone que un semanario económico debería conocer. Si lo políticamente correcto es decir que el mercado está equivocado porque sube y el consenso de analistas dice que debería bajar —porque la mayoría se han perdido la subida—, pues se dice. Todo antes que parecer “raro” llevando la contraria aclarando que el mercado siempre ha funcionado, funciona y funcionará de otra manera.
Lo primero que se enseña en las escuelas de negocios sobre los mercados —y sin duda lo primero que se aprende trabajando en ellos— es que los tiempos de la economía real y de la economía financiera son distintos.
El desfase entre la economía real y los mercados
Evidentemente, antes o después, lo que ocurra en la economía real acaba coincidiendo con lo que ocurre en los mercados o viceversa. Pero siempre hay un desfase. A veces los mercados se anticipan correctamente a lo que finalmente ocurre en la economía y otras se equivocan y acaban rectificando para adaptarse a lo que realmente ocurre. Pero lo normal es ese “gap” que el artículo al que hacemos referencia considera tan extraño.
Esto no significa que los inversores acierten siempre. Significa que siempre apuestan por escenarios futuros. En cualquier mercado: los inversores compran inmuebles porque piensan que en el futuro los precios serán más altos. Y con sus compras ayudan a que suban, normalmente antes de que la situación económica justifique esa subida. O compran materias primas porque piensa que, aunque esté deprimida la demanda porque hay una recesión, cuando mejore la situación económica subirá el precio. Es algo tan fácil de entender y tan básico para el funcionamiento de la economía como la propia ley de la oferta y la demanda.
Lo expresaba recientemente David Rubenstein, fundador y CEO del grupo Carlyle: “Stock markets are forward indicators: people making bets on what they think will happen” (“Las bolsas son indicadores adelantados: gente realizando apuestas sobre lo que creen que va a ocurrir”).
No dice “gente que realiza apuestas sobre lo que está ocurriendo”, sino sobre lo que piensan que va a ocurrir. Y ese el motivo por el que es muy difícil que coincidan en el tiempo la economía real y la financiera. Que se sorprenda de esto la gente que no conoce los mercados es lógico, pero que se sorprendan los medios especializados y, lo que es peor todavía, la mayoría de los analistas, eso ya es preocupante. Pero es lo que lleva tiempo ocurriendo.
Es preocupante porque lo que dicen la mayoría de los analistas o los medios afecta a los inversores, que, como es lógico, tienden a hacer lo que dice la mayoría. Y si la mayoría de los analistas —el consenso— y los medios se equivocan, harán que se equivoquen la mayoría de los inversores. E insisto: no estoy diciendo si aciertan o no los mercados subiendo ahora, lo que digo es que es una muy mala idea trabajar con conocimientos erróneos sobre el funcionamiento de los mismos.
Porque además el consenso suele equivocarse más que acierta. Si no, todos los analistas serían ricos, y obviamente no es el caso. Pero al menos antiguamente el consenso entendía los mecanismos de funcionamiento de los mercados.
Cómo afecta ese desfase en la actualidad
Todo esto afecta al inversor en la situación actual, porque si el consenso se equivoca, quien lo sigue, además de haberse perdido la subida de entre un 20% y un 30% que han tenido las bolsas mundiales —la española es una excepción, un caso aparte—, puede perderse la que tengan hasta que se confirme la llegada de un tratamiento eficaz que nos permita convivir y trabajar aunque el virus siga entre nosotros. Y no les quiero decir si se descubre una vacuna.
Otro ejemplo muy claro de cómo funcionan los mercados y que usted debe tener muy en cuenta en la situación actual es que si se descubriera una vacuna o un tratamiento eficaz, las cotizaciones no van a esperar a que esté en las farmacias. Tan pronto se sepa que esa vacuna o esos tratamientos han pasado con éxitos las pruebas masivas se descontará en los precios. Y por las mismas, si las noticias fueran en sentido contrario, se descontará inmediatamente a la baja.
Ustedes pensarán que si la mayoría de asesores y analistas están tomando sus decisiones en base a la situación actual será por algo. Y que si la mayoría lo hace probablemente sea yo el que esté equivocado, que les he aconsejado seguir en el mercado si estaban ya o comprar si no lo estaban. Eso es perfectamente posible, por supuesto, pero ese no es el debate: el debate es sobre cómo funcionan los mercados. Y los grandes gestores y estrategas que ha habido en la historia ganaron dinero —y lo hicieron ganar—porque se anticiparon a lo que ocurriría. Compraron barato cuando las cosas estaban mal, apostando por que algún día estarían bien. Y vendieron caro cuando las cosas estaban estupendamente bien sabiendo que algún día estarían mal. Lo que está diciendo ahora mismo el consenso y la prensa es que hay que mantenerse al margen porque las cosas están mal y habrá que comprar entonces cuando las cosas estén bien. Así no se ha hecho nadie rico invirtiendo en bolsa, se lo puedo asegurar.
Se preguntarán entonces cuál es la explicación, por qué tantos analistas han abandonado de repente las reglas básicas de la inversión. La explicación es más psicológica que económica, lo cual, por otra parte, es algo muy habitual en los mercados.
En esta ocasión lo que está ocurriendo es que la mayoría de asesores y analistas decidieron tomar sus decisiones en base a la situación del momento, es decir, vender y mantenerse al margen hasta que se aclarara la situación. Incluso vender en pérdidas. Tampoco se reincorporaron al mercado cuando se inició la recuperación porque se centraron en lo mal que estaba todo y no pensaron en el dinero que meterían bancos centrales y gobiernos ni en la posible vuelta a la normalidad. Ahora ven cómo el mercado sube, pero ellos están fuera, y lógicamente están deseando que baje, bien para entrar de nuevo, bien para poder decirle a sus clientes que acertaron. Suena simplista pero es así de sencillo. Porque la otra regla fundamental de los mercados es que se mueven por miedo: miedo a estar dentro cuando caen, miedo a estar fuera cuando suben.
Por el contrario, el propio mercado y un pequeño número de analistas y estrategas —como el que suscribe— decidieron apostar porque el mercado miraría hacia delante, hacia una vuelta gradual al trabajo seguida de algún tipo de tratamiento o vacuna que nos llevaran gradualmente primero a esa “nueva normalidad” y luego a la normalidad económica y, en consecuencia, a niveles de cotización acordes con una situación de normalidad.
Otro ejemplo clarísimo de la tendencia de las bolsas a la anticipación la estamos viendo en la evolución por sectores y países.
El mercado que más se ha recuperado es el que agrupa a las empresas tecnológicas, el NASDAQ. Hubo gente que vendió Amazon, Netflix o Microsoft, que llegaron a caer entre un 20 y un 30%, pero rápidamente llegaron un número importante de inversores espabilados que se pusieron a comprar. Y llevaron la cotización de estos valores no solo a la recuperación, sino en algunos casos a nuevos máximos. Quien compró se dio cuenta de que, mirando a medio plazo, eran empresas ganadoras. Especialmente en este contexto de distanciamiento social obligatorio.
Lo mismo podemos decir de la diferencia entre, por ejemplo, la bolsa española y la norteamericana. Los inversores miran hacia delante y apuestan por la bolsa de un país que no depende del turismo, la restauración o la hostelería y que además es líder en la revolución digital. Un país que se ha preocupado de cuidar a su tejido productivo para que cuando se ponga de nuevo en marcha la economía no se quede nadie atrás. Y no por un país que se va a quedar atrás. Miran el potencial de recuperación de EE.UU. y miran el de España y actúan en consecuencia.
Y para acabar, una regla de mi cosecha particular y fruto de mi propia experiencia: en los mercados es más importante ganar dinero que tener razón. Queda muy bien criticar a la Reserva Federal o decir lo equivocados están los mercados, pero mientras tanto quienes lo hacen se pierden muchas subidas bursátiles.