“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron”
Montaigne
Me habrán escuchado decir en varias ocasiones, refiriéndome a la renta variable, que de momento no esperaba una crisis bursátil, porque las crisis siempre vienen cuando menos se las espera. Y pocas veces ha habido tanta gente anunciando la próxima.
Pero, además, suelen venir de donde nadie las espera. Nadie supo lo que era un crédito “subprime” hasta que provocaron la mayor crisis financiera de la época moderna. Y nadie conocía aquel fondo de inversión que tenía más premios Nobel que partícipes y se llamaba LTCM. Y la que liaron los premios Nobel. La lista de ejemplos es muy larga.
Pues bien, en mi opinión la próxima crisis vendrá de donde, efectivamente, menos se la espera: del miedo a la propia crisis. A “la crisis” en genérico. Del miedo a esa crisis indeterminada de la que tanto se habla en los mercados desde hace años.
Recapitulemos: el combustible ya lo ha puesto el BCE, con las inyecciones masivas de liquidez que está realizando para solucionar un problema creado por los políticos, la “euroesclerosis”, es decir, el estancamiento e “hibernación” económica de la Eurozona.
Obviamente el BCE no puede solucionar este problema, porque es un problema que solo puede solucionarse con medidas políticas que reviertan el proceso de burocratización, falta de apoyo a la innovación y excesos impositivos y regulatorios que han creado los políticos en Europa. Pero, como a los consejeros del BCE – y a su presidente – los nombran los políticos, el BCE ha aceptado la responsabilidad del desaguisado y tratar de solucionar el problema el sólo. Así los políticos desvían la atención sobre la culpa hacia el BCE
En esta misión, condenada al fracaso, lo que hace el Banco Central Europeo es ponerse a comprar bonos masivamente, con la esperanza de que ese dinero vaya a la economía productiva. De hecho, es una herramienta que puede funcionar en situaciones normales. Pero esta no lo es. Y como no funciona, pues meten todavía más dinero en el sistema.
Y no funciona porque en esta ocasión hay dos problemas en la cadena de transmisión del dinero hacia la economía. El primero es que las herramientas de que dispone el BCE son insuficientes para romper el traje de hormigón armado que le han puesto los políticos al tejido productivo. El segundo es que los agentes económicos no han hecho lo que se esperaba de ellos.
Ni los inversores no se han puesto a invertir en la economía real ni los bancos a dar préstamos de forma masiva. Para exasperación del BCE, se han puesto todos ha hacer lo mismo que el propio BCE : comprar bonos. Es un círculo surrealista: el BCE crea dinero para que vaya a la economía, lo inyecta mediante la compra de bonos y van los agentes económicos y se ponen a comprar bonos con el dinero inyectado. Es un auténtico “boomerang” y el dinero no llega a la economía real.
El BCE crea dinero para que vaya a la economía, lo inyecta mediante la compra de bonos y van los agentes económicos y compran bonos con el dinero inyectado
¿Y porqué este comportamiento tan inesperado? Mi opinión es que estamos ante la primera burbuja financiera con origen en las redes sociales, o donde al menos tienen un papel muy importante.
Las redes sociales son, entre otras cosas, medios de comunicación. Y lo que vende en los medios son las malas noticias. O el miedo. Muchas de las personas o entidades con más peso en las redes las utilizan para captar clientes y seguidores, o para vender libros o para las tres cosas a la vez. En el mundo entero. Y no tienen muchos escrúpulos a la hora de anunciar constantemente el fin del mundo, porque saben que es un método que funciona. Y no crean ustedes que un “influencer” solo influye en los pequeños inversores. Los profesionales también están enganchados a Twitter.
A través de la radio Orson Welles convenció a los norteamericanos de que estaban siendo invadidos por los alienígenas. La radio es una broma comparada con Twitter, que encima es global. Lo de Welles duró 48 horas. Los inversores hace años que viven con el miedo en el cuerpo, como muestra el hecho de que toda la deuda pública Suiza, casi toda la Austriaca (excepto el vencimiento a cien años, que está a punto, ver gráfico nº 5)) y pronto toda la deuda pública alemana, ofrecen ya tipo de interés negativo. Es decir, la gente está pagando por la seguridad de tener su dinero en lo que piensan que será el refugio ante esa crisis bursátil o económica que no acaba de llegar y lo que podrían estar haciendo es construirse su propia trampa.
Porque no sé muy bien cómo acabará la cosa, pero si algo sabemos es que, en los mercados, cuando algo se calienta mucho acaba quemando. Y aquí lo que está al rojo vivo son los bonos.
