Normalmente en los mercados las cosas importantes ocurren cuando nadie se las espera. La mayoría de las crisis, las grandes caídas bursátiles o las grandes subidas cogieron por sorpresa a la mayoría de los analistas. Está en la naturaleza de los mercados. Y por eso que hay que vigilar casos como el de Japón.
Este país se metió hace muchos años en una situación parecida a lo que ahora tenemos en Europa: economía encorsetada e incapaz de crecer, intereses políticos y empresariales que impiden reestructurar las empresas y hacerlas competitivas, burocracia, excesos regulatorios, bancos protegidos que se vuelven complacientes y son una carga para el Estado y un lastre para las empresas, políticos mediocres incapaces de liderar reformas estructurales y, en definitiva, una economía estancada y en pleno proceso desinflacionista.
El actual primer ministro Sinzo Abe ganó las elecciones en 2012 con la promesa de sacar a Japón del agujero en que lo habían metido sus políticos. Prometió llevar a cabo una política basada en tres acciones fundamentales que denominó “los tres dardos”: drástica relajación monetaria, estímulo fiscal y reformas estructurales (especialmente en temas de gobierno corporativo)
Ocho años después Abe sigue en el poder y hay datos que avalan que, como mínimo, mostremos cierto interés en la evolución del país (además de que Japón esté fuera del radar del consenso)
Por ejemplo: en 1990, la banca poseía el 16% de las acciones de las empresas cotizadas frente a un 3% en la actualidad. Uno de los mayores problemas de Japón es que los bancos controlan las empresas e impiden procesos de modernización, bien por intereses personales y “puertas giratorias” – los directivos de los bancos son a su vez consejeros de las empresas participadas-, bien porque el único objetivo del banco es salvaguardar sus préstamos y no quieren aventuras que puedan ponerlos en peligro. Ese conflicto de interés ja pasado del 16% al 3%.
En ese mismo año, las grandes empresas no financieras eran dueñas de un 30 % de las empresas cotizadas. Imagínense el cúmulo de conflictos de interés que puede suponer esa maraña de intereses accionariales cruzados. Esa cifra ha bajado ahora al 22 %. Es todavía un número muy elevado, pero la tendencia es descendente.
Luego está la cuestión del envejecimiento de la población. Evidentemente no se ha solucionado. Harían falta generaciones para que los jóvenes japoneses se pongan a tener un gran número de hijos y no parecen tener intención alguna de hacerlo. Pero en lo que a las empresas y la economía se refiere, lo más importante es la renovación y la entrada de mano de obra joven, sea o no japonesa. En los últimos años la entrada de trabajadores extranjeros ha crecido al 15% anual. Y la tendencia se mantiene. La fuente de mano de obra es prácticamente ilimitada, pues viene de países como Vietnam, Indonesia Filipinas o Nepal, que desde luego no tienen problema alguno de envejecimiento poblacional.
Finalmente, pero no menos importante, la deuda. Es un hecho que Japón es el país avanzado más endeudado del mundo. Pero también es uno de los países con habitantes más ahorradores. Aunque la deuda pública es espectacularmente alta, si tenemos en cuenta el posicionamiento de los hogares y las empresas la lectura es diferente: concretamente un superávit por cuenta corriente del 3,5 %. Quede claro que esto no elimina el problema de los excesos de deuda del Estado, pero tampoco sería objetivo olvidarnos de lo que ocurre en el sector privado.
Tampoco podemos olvidar que mientras los tipos de interés que paga Japón sean cero, “cero coma” o negativos, el coste de financiar esa deuda es ínfimo. De hecho, en muchos vencimientos cobran por prestar. Qué duda cabe que si suben los tipos de interés tendrán un problema, pero si eso ocurre probablemente vaya acompañado de una mejora del producto interior bruto. Normalmente, si suben los tipos de interés es porque sube la inflación y esto suele ser consecuencia de una mejora de la actividad económica. Si es así, también aumentaría la recaudación impositiva y serviría para pagar unas deudas que, en muchos casos, lo son con vencimiento a muy largo plazo.
Japón es un país exportador, tecnológicamente avanzado, que participa en la revolución digital y que está situado en una zona geográfica de alto crecimiento.
¿Por qué es importante todo lo anterior? Porque Japón no es España. Japón es un país tecnológicamente muy avanzado, en una posición muy buena para participar en la revolución digital, con un enorme potencial exportador y situado en el centro de una zona geográfica de alto crecimiento económico.
Además, las empresas japonesas están baratas, como consecuencia del desinterés que han mostrado los inversores internacionales, dada la situación económica del país y la falta de gobierno corporativo asimilable a los estándares del resto de países avanzados.
Gráfico nº 4: La inflación en Japón desde 1.970

Y, aunque parece que es algo que nunca llega, imagínense si finalmente Japón saliera de la deflación. Sería como si todas las empresas japonesas incrementaran sus precios de venta. El impacto en los resultados sería inmediato. Y también en las valoraciones. Esto es muy difícil porque en la deflación se entra, pero es muy difícil saber cómo se sale y normalmente solo un shock externo, o a algo así, produce el cambio de tendencia. Lo que sí podemos decir es desde 2014 hasta hoy la situación ha mejorado, aunque, también hay que decirlo, a precio de oro, estimulando la economía con enormes cantidades de dinero público.
Gráfico nº 5: El Producto Interior Bruto (PIB) de Japón desde 1.994

El tema inflación o más bien posible salida de la deflación lo vemos en el gráfico número 4. Desde el año 2014 hasta ahora, la inflación, siendo todavía muy baja, ha conseguido mantenerse positiva o solo ligeramente negativa, Y eso mientras sufría la presión bajista de la desinflación del resto del mundo. Por otra parte, el proceso de estabilización de los niveles de inflación ha ido acompañado de una mejora del producto interior bruto, que vemos en el gráfico número 5.
No son gráficos para certificar un cambio de tendencia, pero si los son para mantener la mente abierta.