Uno de los mayores aciertos que hemos tenido en los últimos 12 meses ha sido utilizar las dos guerras mundiales como referencia de cuál sería la salida de esta pandemia global.
Es lo que nos ha permitido acertar en lo referente a la magnitud del rebote económico y a la catarsis de consumo postpandemia que vendría (y que ya empieza a notarse). Y a sus efectos sobre el crecimiento y la inflación. Y, en consecuencia, a situarnos en los activos, sectores y países beneficiarios del cambio de ciclo, incluido evitar la renta fija de medio y largo plazo, que se ha visto perjudicada por la subida de los tipos de interés en el mercado, con caídas entre el 5 % y el 10 % en fondos de renta fija de medio y largo plazo de deuda pública en lo que va de año (1).
Ahora la duda es si el rebote tan importante que han tenido las materias primas con el inicio del cambio de ciclo es sostenible o si es solo flor de un día. En otras palabras, si hemos entrado en una tendencia alcista en el precio de las materias primas o se trata solo de un rebote táctico. Considerando que llevan décadas perdiendo valor.
La respuesta que podemos dar al respecto se basa en primer lugar en si la evolución de la economía va a seguir pareciéndose a la salida de las guerras mundiales. En ese caso podríamos estar ante el inicio de un ciclo alcista de cierta duración.
Aunque no es de esperar una demanda similar a la de las posguerras mundiales, sí tiene cierta base pensar en una demanda mucho mayor que la de antes de la pandemia. En el gráfico número 2 vemos cuál fue la evolución del precio de las materias primas tras finalizar la Primera (1919) y la Segunda Guerra Mundial (1945).

El gráfico no muestra la evolución en el precio de las materias primas, que de hecho fue alcista, sino en qué medida lo han hecho mejor o peor las materias primas que el Dow Jones desde 1917 hasta 1954.
Y vemos que, tras la Primera Guerra Mundial, las materias primas lo hicieron mucho mejor que el Dow Jones y que después de la Segunda Guerra Mundial lo hicieron mejor, pero en menor medida.
Esto no significa que lo hicieran mal, en ninguno de los dos casos. Tengamos en cuenta que tanto tras la Primera Guerra Mundial como tras la Segunda, el Dow Jones tuvo una subida importante. Simplemente haberlo superado es un buen resultado.
Evidentemente ahora no hay que reconstruir ciudades, carreteras y toda la infraestructura de un país que queda destruida después de una guerra, pero la recuperación actual se basa en gran medida en cambiar la estructura energética de occidente y, sobre todo en el caso de Estados Unidos, en la renovación de sus infraestructuras. En el caso europeo también va a haber renovación de infraestructuras, pero sobre todo va a haber mejora de las estructuras digitales. Y tanto en Estados Unidos como en Europa habrá un importante incremento del consumo.
Tanto la transición energética como la renovación de infraestructuras y el incremento del consumo se traducen en un incremento de la demanda de materias primas, aunque sin llegar a lo que implica la reconstrucción de un país.
Ejemplos de lo anterior son el cobre, los componentes de los paneles solares o los materiales para construir molinos de viento. Por no hablar de las pilas de los coches eléctricos, etc., etc.
La otra forma de determinar cuál puede ser en el futuro el precio de las materias primas es tratar de determinar cuál puede ser el nivel de inflación. Normalmente a las materias primas les viene muy bien la inflación, porque suele coincidir con inflación en el precio de las propias materias primas. De hecho es muy habitual que el origen de la inflación sean precisamente los precios de las materias primas.
Como hemos escrito mucho al respecto sugerimos a nuestros lectores que visiten la hemeroteca de los últimos tres o cuatro meses, dado que ha sido un tema recurrente en estos cuadernos. Y tienen nuestra opinión al respecto en los dos primeros capítulos de este Cuaderno.
Pensamos que la inflación será un 2 % o 3 % superior a lo que hemos vivido en la década anterior, lo que justifica también un precio superior para las materias primas. Pero sin llegar a incrementos tan importantes como el de las posguerras y desde luego nada que ver con los de las épocas de alta inflación, como fueron los años 70 y 80.