Antes de seguir me gustaría aclarar que aunque todo el mundo da por descontado que Biden va a ganar las elecciones yo no descartaría la sorpresa. En cuestiones políticas, las encuestas deberían de incorporar un margen de error que podríamos llamar “coeficiente de corrección política”. En la sociedad actual mucha gente no está dispuesta a “confesar” su voto si cree que eso le convierte en alguien políticamente incorrecto.
Aclarado esto, la buena noticia es que a medio y largo plazo no importa mucho cuál de los dos candidatos se haga con la victoria. Como pueden ver en el gráfico número 1, ha habido mercados alcistas y bajistas con presidentes de los dos colores. Es más: la presidencia de Obama fue alcista con Biden de vicepresidente.
Gráfico n.º 1: Índice SP 500 y últimos presidentes, demócratas y republicanos.

Lo que realmente establece la dirección de la bolsa norteamericana es, en primer lugar, la Reserva Federal de los Estados Unidos. Luego viene la evolución que tenga la economía, que a su vez es resultado de cómo actúen los agentes económicos y, en esta ocasión concreta, de cómo actúen consumidores y empresas de cara a la pandemia y al proceso de salida de la misma.
Aclarado esto, analicemos cuáles serían los efectos más importantes de una eventual presidencia de Joe Biden, puesto que ya sabemos cómo sería, para bien y para mal, una victoria de Donald Trump. Y parece difícil que en esta ocasión Trump sorprenda. Si no hubiera habido coronavirus y considerando cómo era la situación de la economía norteamericana, probablemente habría ganado, pero con el coronavirus por medio la relección se le ha puesto muy cuesta arriba.
Si gana Biden no va a cambiar la dirección de la bolsa en general, pero sí podría haber cambios en el pelotón, en la cola o incluso en el grupo de cabeza.
Lo más difícil es que cambie el liderazgo, porque aunque el candidato demócrata se haya mostrado crítico con los monopolios tecnológicos, parece difícil que vaya a “morder la mano que le ha dado de comer”. Y no tomen esto de forma peyorativa, sino como una metáfora que ayuda a describir la situación.
Los grandes donantes de la campaña demócrata y grandes defensores de su candidato son grandes empresas tecnológicas, así que veremos algún tipo de actuación de cara a la galería, pero, a estas alturas, el poder de los monopolios digitales norteamericanos es tan grande y tanto su dinero que parece difícil que desde el Gobierno se lleve a cabo una acción radical que afecte realmente a sus ingresos.
De hecho, veo más probabilidades de que sea Trump quien intente cortarles las alas, ya que ha sido a Trump a quien han perjudicado en campaña, no a Biden. O al menos esa es la queja de los republicanos.
Además, no olvidemos que seguimos en plena revolución digital y que los beneficiarios de la revolución digital siguen siendo las grandes compañías tecnológicas. Seguramente pronto llegará una vacuna, pero hasta que la población pueda salir con total libertad a los centros comerciales y trabajar en las oficinas pasará cierto tiempo. Es más, Biden es partidario de más confinamiento, lo cual beneficia a las empresas que venden bienes y servicios online.
Lo que sí podría ocurrir es que viéramos luego un resurgir en los valores industriales. No tanto por la llegada de Biden a la presidencia, sino por la vuelta a la normalidad.
Biden fomentaría la inversión pública en todo tipo de infraestructuras, especialmente en las medioambientales. Esto incide todavía más en lo que les decía antes, puesto que significa más construcción, más consumo de materiales, crecimiento de las empresas de servicios públicos, etc. Y todas estas no son empresas que estén especialmente representadas en el NASDAQ. Muchas ni siquiera son grandes empresas y no están en los grandes índices.
Todo lo anterior es positivo. De hecho, en mi opinión no estaría mal que los valores tecnológicos dieran paso a los industriales. Bajaría un poco la presión sobre el índice SP 500, porque si no llegará un momento en el que los precios de los valores tecnológicos podrían entrar en algo que se podría calificar como burbuja (que desde luego no es el caso actualmente, salvo en determinados valores muy concretos).
Y digo que no es el caso porque gracias a la pandemia la revolución digital se ha adelantado cinco o siete años al calendario previsto, pues el virus ha cambiado muchísimos hábitos de consumo y de trabajo. Y aunque esto podría moderarse en el futuro, habrá costumbres y usos adquiridos que quedarán para siempre.
Lo que hace el mercado es valorar en el momento presente flujos económicos futuros y, gracias al coronavirus, el descuento de flujos de caja se ha adelantado varios años. De ahí que las subidas de muchas empresas tecnológicas estén más que justificadas, porque ingresarán más y más rápido de lo previsto.
La presidencia de Biden tiene riesgos. Para empezar no sabemos si limitará las subidas de impuestos a lo que ya ha anunciado o será más agresivo. Y no tanto porque sea su intención, sino porque se vea obligado a ello. En general los políticos del mundo están muy tranquilos porque endeudarse sale gratis, ya que la reserva federal y resto de bancos centrales compran toda la deuda —bonos del Estado— y eso mantiene los tipos de interés en mínimos. Pero dudo mucho de que la Reserva Federal siga haciendo lo mismo cuando la economía norteamericana haya salido de peligro y pueda funcionar sin asistencia.
El otro riesgo de una presidencia de Biden es su edad. También lo es en el caso de Trump, pero Biden ha tenido tres infartos mientras que Trump se ha recuperado en unos días del coronavirus. En cualquier caso, a Trump le sustituiría en caso de fallecimiento Mike Pence, pero a Biden le sustituiría Kamala Harris, y eso es harina de otro costal.
El verdadero, el auténtico problema que pueden suponer estas elecciones es a corto plazo, concretamente si el resultado es muy ajustado. No quisiéramos que se repitiera la incertidumbre y el descontrol que vimos cuando Al Gore no aceptó la victoria de George Bush, dado el pequeñísimo margen por el que había ganado este último. Hubo que revisar todos los votos de una serie de circunscripciones. Una situación así aportaría gran incertidumbre a los mercados.
Cómo gestionar una cartera de fondos en una presidencia de Biden
Como he comentado antes, no se trataría de eliminar los fondos tecnológicos sino de ampliar la presencia de los valores industriales y, muy importante, de las pequeñas y medianas empresas. Y no tanto porque gane Biden, sino porque seguramente apoyará a las pymes norteamericanas para que salgan cuanto antes del agujero del coronavirus. Y, como he comentado anteriormente, la normalización provocará una rotación en la actividad sectorial.
En el gráfico número 2 vemos que, de hecho, en el tirón alcista de octubre, antes de la segunda ola del virus, el mercado ya dio señales de querer favorecer a las pequeñas empresas frente a las grandes. Puede ser un aviso de cómo puede reaccionar a un proceso de normalización.
Gráfico n.º 2: Evolución bursátil de las PYMEs vs las grandes empresas en octubre.

Durante una presidencia de Biden podría llegar la ansiada recuperación de al menos una parte de los fondos “de valor”. Es tal el desastre de este estilo de gestión, agravado por la crisis del COVID, que bastaría cierta rotación desde los valores de crecimiento y tecnología hacia los valores industriales o financieros para que mejore la rentabilidad de los fondos “value”.
El gráfico número 3 muestra el comportamiento de los títulos de las empresas “de valor” respecto a los valores que mejor han funcionado en los últimos 10 años. Nunca se había alejado tanto el pelotón de cola “value” de los líderes “growth”. Esto no va a cambiar en el corto plazo, pero hay una posibilidad de que haya una reacción.
Gráfico n.º 3: El “value” frente a los líderes del mercado

Luego está la cuestión sectorial. Hemos hablado de la tecnología, pero tenemos ya un resurgir muy importante en la ecología. El mercado siempre se adelanta —aunque no siempre acierta— y ha hecho subir fuertemente el valor de todo aquello relacionado con la ecología, una de las prioridades de Biden. Pero también habría cambios en la sanidad, puesto que Biden revivirá y potenciará el famoso “Obamacare”.
Pero en todo esto, además de que hay que acertar en la elección, es una cuestión de “timing”. Hay probabilidades de que ocurra alguna o todas estas cosas y que sirvan para darle un impulso a la rentabilidad de la cartera de fondos. Lo difícil está en saber quién será, quien será el primero, cuándo y por cuánto tiempo. Es exactamente lo que estamos planificando desde hace tiempo en Nextep para que no nos coja de sorpresa. Además hay fórmulas intermedias que permiten ir adaptándose sin perderse nada en el proceso.
También podría haber un beneficiario inesperado en caso de “marea azul” demócrata, y sería Europa. Trump nunca ha ocultado su visión proteccionista, que nada tiene que ver con la política de entente y negociación de la que era partidario Obama. Sin duda Biden se parecerá mucho más al segundo y, por lo tanto, podría ser menos agresivo con Europa en temas comerciales. Insisto, con Europa, no con China, porque en Estados Unidos todo el mundo está de acuerdo en pararle los pies a China. A su competencia desleal, al robo de la propiedad intelectual, etc. Pero las compañías europeas podrían verse beneficiadas y trabajar en un entorno de menor incertidumbre.