En el año de la “gran rotación”, la selección es muy importante. Pero no entre “valor” y “crecimiento”, sino entre fondos de valor —o con sesgo valor— que sean capaces de superar a los de crecimiento y fondos de crecimiento que sean capaces de mantenerse en el pelotón de cabeza de las clasificaciones.
Porque, como dijimos en su día, concretamente en los Cuadernos del mes de noviembre del año pasado, que se inicie un proceso de rotación sectorial no significa ni que todos los fondos de valor lo vayan a hacer bien ni que se haya acabado la revolución digital y los fondos de crecimiento lo vayan a hacer mal.
Respecto al sector tecnológico, partimos de la idea de que la revolución digital sigue viva y coleando y que ahora se va a beneficiar del nuevo entorno de mayor crecimiento y por lo tanto de mayor consumo. Pero lo que vamos a ver son mayores diferencias entre empresas y subsectores que cuando el confinamiento beneficiaba a todos casi por igual.
Entre los subsectores de la tecnología que consideramos se mantendrán o se incorporarán al grupo de cabeza, están aquellas empresas digitales que, aunque por un lado pueden vender menos como consecuencia de los confinamientos, pueden compensarlo con el incremento generalizado del consumo. Y les irá especialmente bien a las que van a seguir haciéndose con la cuota de mercado de las empresas analógicas que no sean capaces de competir a nivel digital.
Ejemplos de este tipo tenemos muchos. Desde distribuidores online que seguirán comiéndole el terreno a distribuidores físicos hasta empresas fintech que seguirán quitándole negocio a bancos que basan su estrategia en crear barreras de entrada con ayuda del poder político, para seguir cobrando comisiones abusivas en lugar de innovar.
También seguirán o se incorporarán al grupo de cabeza aquellos subsectores —o incluso microsectores— de la tecnología que están haciendo actividades punteras y cuyo crecimiento no depende del confinamiento sino de su propio potencial de negocio. Un ejemplo de lo anterior serían los negocios relacionados con la inteligencia artificial o el “Big Data”, entre otros.
Entre los que pasarán al pelotón o incluso al pelotón de cola están aquellas empresas que es difícil que puedan vender más de lo que han podido vender en una situación tan excepcional como es un confinamiento. En otras palabras, son empresas que lo han dado todo y que, salvo que encuentren una fórmula adicional de crecimiento —lo cual no es imposible, suelen ser muy espabiladas—, les va a costar mucho aumentar sus ingresos. El ejemplo más claro lo hemos visto recientemente en Netflix y su caída de suscriptores.
En cuanto al “valor” habrá que distinguir entre aquellos fondos que invierten en empresas cuyo problema haya sido el virus y no la obsolescencia. Muchos gestores de valor se basan en comprar cosas baratas, sin pensar en que probablemente en el futuro lo sean todavía más porque sus negocios cada vez dan menos.
En este sentido, al final del año pasado y al inicio de este se ha creado un cierto espejismo, de forma que esos valores que se habían hundido en precio porque a la obsolescencia se ha unido el virus, han rebotado como consecuencia de su bajo precio. El problema es que una vez se ha producido el rebote los inversores se den cuenta de que son negocios con poco futuro y que la salida del confinamiento no cambia su situación estructural.
Por ese motivo, la cuestión no es si comprar o no fondos de valor, sino qué fondos de valor, o si tal vez es más interesante fondos que simplemente tienen cierto sesgo de valor, en el sentido de que el gestor tiene en cuenta el precio pero también tiene en cuenta la capacidad de crecimiento de los negocios en cuestión.
Mientras la tendencia de las bolsas sea alcista, el planteamiento no es si hay que tener o no tecnología o si hay que vender todos los fondos de crecimiento y pasarse al “value”. El planteamiento es que, mientras el mercado sea alcista, subirá tanto la tecnología —porque sigue viva la revolución digital— como los sectores que se benefician de la salida de la pandemia.
La cuestión es quién sube más. La competición no es entre “crecimiento” y “valor”, sino “qué” valor y “qué” crecimiento. Y también lo es dentro del propio sector tecnológico.
Se trata, en definitiva, de acertar con los fondos y ETF que se beneficiarán de la gran rotación como para superar a los tecnológicos y con los fondos y ETF de tecnología que podrían hacerlo mejor que el NASDAQ.