Empiezo este número con la renta variable española. Cada cierto tiempo reviso mi poco “patriótica” postura de no invertir en nuestra bolsa. Hasta ahora he acertado, pero en los mercados la complacencia no es buena y cada cierto tiempo hay que replantearse las estrategias.
Otro motivo para la revisión es que, según los últimos datos de crecimiento de la eurozona, la economía española crece bastante más que el resto, lo que podría dar lugar a pensar que esto podría llegar a reflejarse en las bolsas.
El caso es que hace ya mucho tiempo que no invierto en renta variable española. Al principio era porque veía más interesante la economía norteamericana. Mientras Estados Unidos se centraba en la nueva revolución industrial – la digital –, el gobierno de España, entonces del PP, basaba su política económica en los impuestos, el turismo y el ladrillo. No tengo nada contra el turismo. Ni contra que un país dependa en gran medida del sector inmobiliario. Sería mejor que España fuera la California de Europa, pero ser la Florida – jubilados, turismo y especulación inmobiliaria – tampoco esta tan mal.
España está repitiendo el error histórico que cometió cuando llegó tarde a la revolución industrial. Ahora en la revolución digital.
Lo realmente preocupante era ver que, mientras en EE.UU. se apoyaba el esfuerzo y la innovación, aquí no sólo no se apoyaban, sino que se les machacaba a impuestos. Mal modelo de negocio. Y una de sus peores consecuencias era dificultar la participación española en la revolución digital, donde la innovación y el emprendimiento son claves. Viene a ser algo parecido a lo que ocurrió durante la primera revolución industrial. España llego muy tarde y se mantuvo a la mayoría del país en una economía agrícola, con la notable excepción de País Vasco y Cataluña. Fue un error que nos relegó al vagón de cola de la economía europea.
El arranque del siglo XXI se parece peligrosamente a aquello. Mientras EE.UU se lanzaba a una nueva conquista económica del mundo de la mano de Amazon, Facebook, Netflix, Google, etc., el gobierno español se relajaba viendo como la primavera árabe vaciaba las playas de nuestros competidores y llenaba las nuestras. A nadie le preocupaba que algún día esa situación pudiera cambiar, al menos parcialmente. Y el motor de la economía española volvía a ser el ladrillo. No se hacía nada para que, al menos una parte de esa enorme cantidad de dinero que empezaba a salir de los depósitos por los bajos tipos de interés, fuera a la economía productiva o a productos financieros y no solo a “pisos” para luego darles “el pase”. El peso de un sector bancario obsoleto y demasiado grande, junto a la ausencia de grandes empresas tecnológicas, no dejaba lugar a la duda: mejor EE.UU que España.
¿Qué ha cambiado desde entonces?. Bueno, ahora ni siquiera tenemos gobierno. Y probablemente cuando lo haya será en coalición o con el apoyo de un partido de extrema izquierda. Las perspectivas de apoyo a las empresas y a la innovación son incluso peores que antes. Ya se da por hecho que habrá una nueva vuelta de tuerca impositiva, en la que se considerará personas de altos ingresos a unidades familiares cuyos ingresos superen los 130.000 € al año. Esto significa que se considerará “rico” a alguien que gane más de 65.000 € anuales, dado que una unidad familiar son normalmente dos personas. Todo un torpedo en la línea de flotación de las clases medias y medias altas, que es de donde salen muchos innovadores y emprendedores. Por no hablar del impacto sobre la demanda interna, dada la importancia que tienen las clases medias y medias altas en el consumo.
Al final llegan los resultados: desde que el PP llegó al poder y la posterior llegada del PSOE en moción de censura, el SP 500 ha subido un +132%, mientras que el IBEX ha caído un 16%. Recientemente ha aumentado la brecha, precisamente porque este “modelo” va a más, no a menos. Y el mercado es consciente de ello.
“Cierto, pero crecemos más que el resto de países de la Unión Europea y eso tendría que reflejarse en las bolsas”, pensarán legítimamente muchos inversores. Probablemente tengan razón, pero personalmente pienso que los mercados no se equivocan cuando nos siguen dejando en la parte trasera del ranking, pese a esa capacidad temporal de mayor crecimiento. La solidez del modelo económico español es muy dudosa y la fragilidad de su situación política mucho más. La especulación inmobiliaria tiene un límite y suele acabar mal. En cuanto al turismo, ya se esta empezando a ver una lenta recuperación en muchos destinos alternativos a España, por la enorme diferencia de precio. Una semana en Turquía cuesta ahora lo mismo que un día en las islas Canarias.
“Sí, pero el Ibex no está compuesto por inmobiliarias y empresas dedicadas al turismo, sino por bancos, Telefónica y Repsol, fundamentalmente”. Peor me lo ponen. Para empezar, queda tiempo para que los bancos españoles resulten atractivos para el inversor. Y un serio proceso de reestructuración. Respecto a Telefónica o Repsol, bien, gracias, pero preferiría tener también en el índice negocios digitales con potencial de crecimiento.
Respecto al resto de sectores, distintos de banca, turismo y construcción, no nos engañemos: nuestras exportaciones se ven igual de afectadas por la guerra de tarifas que las de otros países. Estamos en la Unión Europea, no vamos por libre. Y tampoco somos inmunes a la desaceleración europea. Nuestros mayores socios comerciales están en la Eurozona y el que va a dejar de estarlo, el Reino Unido, es nuestro mayor socio comercial.
Así que tras esta nueva revisión entenderán que no encuentre motivos para ver más atractivo al IBEX que al SP 500, el Nasdaq, el propio Eurostoxx o a las economías emergentes de Asia que, contrariamente a nosotros, sí que están por la labor de ser protagonistas en la revolución digital y no solo clientes o meros espectadores.
No me equivoqué hace ocho años. Tampoco en lo que va de año. Y no creo que me equivoque si sigo evitando la renta variable española.
No me equivoqué hace ocho años. Tampoco en lo que va de año. Y, visto lo visto, mucho me temo que voy a seguir sin equivocarme manteniendo mi estrategia de no invertir en renta variable española.