Tan importante como detectar los activos que pueden tener mejor comportamiento en cada periodo es detectar los que pueden amortiguar las caídas de la renta variable y que, a ser posible, no caigan en exceso cuando esta sube (para no entrar en un juego de suma cero donde lo que sube la renta variable lo pierde la cobertura y viceversa).
El año pasado en mis carteras este papel lo interpretó perfectamente el dólar. Acabó 2018 claramente en positivo sin por ello estar en negativo en los periodos en los que subieron las bolsas. Pero los activos que se mueven en dirección contraria a la renta variable no son siempre los mismos. Por ejemplo, el año pasado, cada vez que caía el precio de los bonos bajaba también el SP 500, pero eso no está pasando al inicio del año actual.
Para detectar qué activos “cubren” la volatilidad de la renta variable, es decir, los que amortiguan sus vaivenes y, sobre todo, sus caídas, hay que detectar los motivos que generan esas caídas.
En la situación actual lo que más temen las bolsas es que Reserva Federal de los Estados Unidos retome el proceso de subida de los tipos de interés. Y quién se beneficia de una subida de los tipos de interés por parte de la “Fed” – y actuaría por lo tanto de cobertura – sería el dólar. A mejor se remuneran los depósitos en dólares, más dinero va hacia el dólar. Y a más cupón pagan los bonos de corto y medio plazo en dólares, más inversores quieren tenerlos y para ello tienen que comprar dólares. Es lo que ocurrió el año pasado. Así que si las bolsas cayeran porque la Reserva Federal se viera obligada a seguir subiendo los tipos de interés, la cobertura sería el dólar.
Si cayera la renta variable como consecuencia del temor a la Fed, la cobertura será de nuevo el dólar. Si es por temor a la recesión, los bonos de largo plazo.
El mercado también le tiene miedo a la recesión, sea porque esta venga de forma “natural”, porque la haya provocado la “Fed” o porque sea consecuencia de un enfriamiento económico global. Así que si los datos que vayan saliendo apuntaran hacia una recesión, la Reserva Federal dejaría de subir los tipos de interés e incluso podría llegar a bajarlos (para evitar que la recesión fuera demasiado brusca). En ese contexto, lo que funcionaría bien serían los bonos de largo plazo. También los europeos, porque si Norteamérica se acatarra, Europa cogería una pulmonía. Y si la economía europea sigue perdiendo fuerza podría “japonizarse”, al menos temporalmente y esos es bueno para los bonos (ver epígrafe de renta fija de este “Cuaderno”).
Otro riesgo importante para las bolsas lo tenemos en la posibilidad de una guerra comercial en toda regla entre Estados Unidos y China. Lo que estamos viendo hasta la fecha son escaramuzas que forman parte de la negociación. Nada que ver con lo que podría ocurrir si no alcanzaran un acuerdo. Y no es exagerado decir que hay un riesgo real de que no lo alcancen. En este caso la cobertura es complicada, porque una guerra de tarifas puede generar un proceso en el que coincidan el estancamiento y la inflación. Así que en ese caso me inclinaría por la cobertura más simple, que es que el papel lo tenga otro (es decir, reducir o eliminar el peso de la renta variable en cartera) Dependerá del nivel de conflicto, de cómo afecte el incremento de tarifas a los precios internos – sobre todo en Estados Unidos – y de cómo reaccione la economía mundial a un sabotaje de esas características.
Finalmente está el riesgo de una crisis financiera. Me impresiona ver a gente con altos cargos en el sector financiero decir que “no hay que descartar una crisis financiera”. Y lo dicen como si descubrieran la pólvora. Esa sí que es una obviedad. Es como decir que algún día caerá una tormenta. Porque nunca se puede descartar una crisis financiera, ya que las crisis son inherentes al funcionamiento de la economía, que se mueve a base de procesos expansivos, recesiones, depresiones y crisis.
Es bueno tener preparada una caja con herramientas anti crisis, de las que puedas echar mano rápidamente sabiendo perfectamente para que sirve cada una.
El problema es que no puedes diseñar una cartera pensando que vendrá una crisis, porque si no viene puedes perder dinero. Y oportunidades. Lo mejor es tener preparada una “caja de herramientas” – coberturas – anti crisis, de las que puedas echar mano rápidamente y sabiendo perfectamente para que sirve cada una. Por ejemplo, en caso de crisis financiera, las herramientas que mejor funcionan como cobertura son el oro, el franco suizo y el dólar. En este sentido es muy importante trabajar con un intermediario financiero o distribuidor de productos financieros que cuente con esos instrumentos. En este sentido, de nuevo los ETF son la mejor alternativa porque, al tratarse de fondos cotizados, cotizan como acciones y por lo tanto se pueden comprar y vender en minutos.
Por cierto, y si me permiten la “cuña”, nuestro futuro servicio de asesoramiento no sólo recomendará fondos: también recomendará las mejores plataformas donde adquirirlos. Las que tengan más producto, mejores precios y la operativa más eficaz. Y podrán confiar Uds. en nuestro criterio porque, como empresa certificada como asesor independiente que seremos – por la CNMV -, no cobraremos comisiones ni de las gestoras de fondos ni de los intermediarios financieros (bancos, sociedades de valores, etc.), Sólo las tarifas – que les adelanto serán muy razonables – que abonará el cliente por nuestros servicios.