Nos hemos acostumbrado a ver como algo normal pagar por prestar dinero. Porque eso es lo que hacemos cuando compramos un bono con tipo de interés negativo, un fondo de inversión garantizado cuya comisión es superior a su garantía o un fondo monetario o de renta fija de corto plazo cuya comisión es muy superior a los cupones de los títulos que tiene en cartera. Y no se trata de algo ocasional. Los tipos de interés reales (descontada la inflación) ya son negativos en la mayoría de la deuda soberana de la Eurozona, del Reino Unido, de Japón y de Canadá.
Antes de seguir adelante, permítanme aclarar que la explicación puramente económica y financiera de este fenómeno tiene sentido. El bajo crecimiento y la desinflación que generan la globalización, la digitalización y la pérdida de poder de los sindicatos (que limita la presión salarial) son factores que explican perfectamente que la inflación sea muy baja o nula. Y que, en consecuencia, los tipos también lo sean. Pero una cosa es que sean bajos y otra que sean negativos y, sobretodo, resulta inquietante que lo sean de forma masiva, hasta el punto de que, a este paso, todos los bonos con vencimiento igual o inferior a diez años de los países mencionados anteriormente darán tasas de interés real negativas. Y posiblemente también las nominales.
Yo soy partidario de, ocasionalmente, abstraerme de todo lo que pueda saber de economía y finanzas y trato de mirar lo que ocurre en los mercados bajo el prisma del puro sentido común. Porque es cierto que a veces los arboles no dejan ver el bosque. En el tema de los tipos de interés negativos el sentido común te lleva a plantearte preguntas cuya respuesta resulta inquietante.
¿Y si el dinero lo que está es excepcionalmente asustado y por eso está dispuesto a pagar por sentirse seguro? ¿Será que intuye serios problemas en el futuro y prefiere estar en las arcas de Alemania, Suiza o Japón, aunque sea pagando? El dinero siempre ha sido miedoso, pero ahora está más asustado que de costumbre y pagando por protección. Me recuerda a los animales del bosque cuando huelen la tormenta. ¿Tienen razón o es el miedo que han creado los que anuncian la crisis para vender libros o captar clientes? ¿Es tal vez la deuda global lo que le asusta? ¿O es el temor al estancamiento económico? (y por eso ese dinero no se presta a empresas ni se invierte en negocios)
El dinero está excepcionalmente asustado y por eso está dispuesto a pagar por sentirse seguro. Eso, o sobra dinero como consecuencia del QE.
También podría ocurrir que los que mueven el dinero estén equivocados. Hasta ahora lo han estado. Ese dinero tan miedoso ha incurrido en un enorme coste de oportunidad en los últimos años. Ahí están los espectaculares resultados de las bolsas desde el final de la crisis hasta hoy, especialmente la norteamericana (Ver gráfico nº 1)
Otra forma de ver el asunto es retrotraernos a la definición de los tipos de interés que dan en la universidad: “el tipo de interés es el precio del dinero”. Aplicando esta definición la respuesta es todavía más inquietante, porque, si el tipo interés es el precio del dinero y los tipos son negativos o cero la respuesta sería que el dinero no vale nada. ¿Se está anunciando lo que dijo Voltaire de que “eventualmente el papel moneda siempre vuelve a su valor intrínseco real, que no es otro que cero”? Eso si que sería una crisis y no las que anuncian todos los días los especialistas en anunciar crisis.
Por supuesto hay respuestas no inquietantes y que respetan los cánones (además de la expuesta al principio del artículo). Por ejemplo, que se trata de algo temporal que se solucionará cuando aumente la inflación. En ese momento subirán los tipos de interés y volverá la normalidad. El problema es que por el momento la inflación ni está ni se la espera, al menos a corto/medio plazo.
Otra respuesta que si bien es inquietante tampoco lo es tanto porque tiene una lógica económica, es que el precio del dinero es cero o muy bajo porque sobra dinero como consecuencia de la enorme cantidad de liquidez que se ha inyectado al sistema a través del estímulo monetario o QE. Es probablemente la respuesta más lógica, aunque tiene un pequeño fallo: en Estados Unidos ha habido varios procesos de estímulo monetario y es, de las grandes economías avanzadas, donde los tipos de interés son más altos.
No pretendo transmitir inquietud y tampoco me he puesto a comprar oro o francos suizos (si lo hiciera lo compartiría con Uds. en estos informes). Este es un capítulo dedicado a realizar lo que considero un sano “Brain storming” o, en español, “tormenta de ideas”. Se trata únicamente de tener la mente abierta, aportar puntos de vista distintos y que nos hagamos preguntas y nos demos respuestas que no suelen aparecer en los informes de las sociedades de valores. Una cosa es que sigamos navegando y otra que nos olvidemos de mirar el radar o el parte meteorológico. Hay que hacerse todo tipo de preguntas. Especialmente las que no se hace el consenso. De hecho, esas son las más importantes.
Realizado el “brainstorming”, pasemos a lo práctico: cualquier distorsión, cualquier tendencia de los mercados, cualquier escenario, generan movimientos alcistas o bajistas entre los distintos tipos de activos. El escenario de los tipos de interés negativos es inquietante para unos activos, pero es muy interesante para otros. Por ejemplo, para los fondos de renta fija de la euro zona, motivo por el que compré y mantengo un ETF de renta fija de la zona euro en cartera desde inicio del año.
El escenario de los tipos de interés negativos es inquietante para unos activos, pero es muy interesante para otros
Pero hay otro beneficiario de la japonización del mercado de bonos: la bolsa europea. O más concretamente, los dividendos de la bolsa europea. Cuando en los “Cuadernos” de los meses de noviembre y de enero me planteaba entrar porque los precios habían llegado a un punto históricamente bajo, venciendo el rechazo que me producen los los políticos europeos y sus mediocres políticas económicas, hablaba también del dividendo.
A día de hoy, el Eurostoxx 50 ofrece de media un dividendo del 3,5% y, a poco que se busque – y no sólo dentro del Eurostoxx – se encuentran empresas que ofrecen más. Sin ir más lejos, un 4% es la rentabilidad interna por dividendo del fondo que invierte en el sector inmobiliario del que hablo más adelante en este mismo informe.
Aclaro que descarto todos los bancos porque tienen un serio problema para entender el cambio digital y, además, los bajos tipos de interés dañan sus márgenes. Pero hay muchas compañías no bancarias en Europa que ofrecen entre el 2% y el 3% de dividendo anual y están en condiciones de mantenerlo durante unos años. O que no baje demasiado. Incluso aunque bajaran sus dividendos como consecuencia del estancamiento económico, mucho tendrían que bajar para siquiera acercarse al 0% o “menos algo por ciento” que dan actualmente los bonos de buena calidad crediticia. Obviamente los bonos de baja calidad crediticia ofrecen más, pero para eso prefiero una buena compañía con un buen dividendo que un bono que me pueda dar un disgusto.
Si en los mercados se mira mucho la relación entre los dividendos y los tipos de interés es por algo. Y pocas veces ha sido tan elevada la diferencia entre lo que pagan los bonos y los dividendos de las compañías.
Lo siguiente que tenemos que pensar es en cómo asegurarnos una correcta diversificación para no fiarlo todo al dividendo de una sola compañía. Y hacerlo de forma sencilla. Si elegimos dos o tres compañías tenemos más riesgo de que alguna nos estropee la estrategia del dividendo que si elegimos treinta o cuarenta. Pero elegir y vigilar 30 o 40 compañías es complicado. Por eso la solución es utilizar un fondo de inversión cuya filosofía sea no ya la búsqueda del dividendo más alto, sino que el gestor se tome muy en serio la estabilidad de los dividendos de las compañías en las que invierte.
A mi sicológicamente me gusta la idea de que sea un fondo de inversión de distribución, porque funcionaría como si tuviéramos acciones de una compañía y cobráramos dividendos. Pasaríamos por las garras del fisco en el momento de la distribución, cierto, pero ayudaría mucho a ver la inversión como si fuera un bono y evitar la tentación de vender a la primera de cambio en la que hubiera un momento de volatilidad en los mercados. Porque cobrar el “cupón” da tranquilidad en esos momentos difíciles.
Por lo tanto, un fondo de inversión que invierta en renta variable europea siguiendo una estratégica de búsqueda de dividendo y de estabilidad del mismo y, a ser posible, que distribuya esos dividendos. Esa es la idea.
La “japonización” tiene otro beneficiario. Hablamos de él en el siguiente capítulo.