Creo que fue un presidente de la Reserva Federal, Paul Volckler, el que dijo que la inflación es como la pasta de dientes, “muy fácil de sacar del tubo, imposible de volver a meterla una vez ha salido”. Y lo dijo porque pasó a la historia como el hombre que consiguió volver a meterla en el tubo, aunque le llevo muchos años y muchos esfuerzos.
De hecho, ahora parece mentira decirlo, pero en los 80, 70 y parte de los 90, una de las cosas que más preocupaban a los mercados era la inflación. Predecir con antelación las cifras del IPC era probablemente uno de los factores más valorados entre “traders” y gestores.
Digo esto no porque tenga que volver a ocurrir o que la inflación vuelva a esos niveles, sino por ver hasta qué punto las cosas pueden cambiar en la economía y como lo que hoy nos parece fundamental con el tiempo deja de serlo y viceversa. En los mercados hay que estar atentos y abiertos absolutamente a cualquier posibilidad.
De momento la inflación no ha salido del tubo, pero uno de los elementos que normalmente aprieta para que salga —y ahora está ejerciendo una presión como nunca en la historia— es la oferta monetaria.
Gráfico n.º 5: Liquidez, depósitos, cuentas corrientes y fondos monetarios.

Se aprecia en el gráfico n.º 5. La línea azul representa lo que los economistas llamamos la M2, que no es otra cosa que la suma de todo el dinero que está en circulación más el que se encuentra en cuentas corrientes, depósitos y fondos monetarios.
Para hacer frente a la crisis del coronavirus los bancos centrales han fabricado dinero como nunca en la historia. Y no solo eso: se ha hecho algo que no se había hecho nunca, que es repartir ese dinero directamente entre la población en lugar de sólo mediante la compra de bonos en el mercado —u otros activos financieros— pagándolo con el dinero que “fabrican”.
Por supuesto en este “tsunami” de liquidez también se ha hecho eso, pero probablemente por primera vez en la historia se ha procedido a lo que Milton Friedman llamó “Helicopter Money”, que podría traducirse como “dinero lanzado desde un helicóptero”. En algunos casos como en EE.UU. no ha sido un helicóptero, pero ha sido algo parecido: enviar cheques por correo a los ciudadanos.
También podrían entrar dentro de esa clasificación de “dinero de helicóptero” los créditos blandos, es decir, a un tipo de interés muy bajo y un plazo de devolución largo que se están ofreciendo a las empresas, así como las ayudas estatales directas, que ha sido el método elegido en la eurozona.
Así que la cuestión es muy sencilla: ¿qué hará la gente con ese dinero?
Me refiero evidentemente a la gente que no está en paro, que es mucho más que la que lo está y por lo tanto tiene mucha más influencia sobre el consumo. Cuando vuelva a la normalidad ese dinero va a seguir ahí, lo cual significa que un importante porcentaje de la población tiene un extra de dinero que, o bien podría ahorrarlo o bien podría ocurrir que, harto de estar confinados, decida gastarlo. No entro en la parte que podría ir a la inversión de la inversión porque en la ecuación de dónde va el dinero de la población en general pesa muchísimo más el consumo que la inversión.
El caso es que si una vez vuelta la normalidad, parte de ese dinero que ha lanzado el helicóptero decidiera gastarse podríamos estar abriendo el tapón de la pasta de dientes de la inflación. Insisto, porque conviene recordarlo, que la magnitud de la inyección de liquidez que han realizado bancos centrales y gobiernos en la economía no tiene referente anterior.
¿Cómo tener esto en cuenta en una cartera de fondos?
Si tiene una cartera de fondos de inversión lo más probable es que una gran parte o incluso la mayor parte de la misma esté invertida en fondos de renta fija. De momento no es un problema, pero el cambio que estamos viviendo no tiene precedente en la historia y por lo tanto hay que ser prudentes y diversificar los vencimientos.
Los bonos de largo plazo son los más sensibles a variaciones en los tipos de interés y si por lo que sea aumentara en el futuro la inflación, subirían los tipos de interés del mercado, perjudicando el valor de los bonos (3). Incluso aunque no suban los que fijan los bancos centrales. De hecho si los tipos de interés actualmente se mantienen muy bajos, tiene mucho que ver con el hecho de que los bancos centrales están comprando bonos como nunca en la historia (3).
Si se juntara un ligero ascenso de la inflación con una reducción de las compras de bonos por parte de los bancos centrales, se podría decir lo de que se junta el hambre con las ganas de comer (en el mercado de bonos).
Por lo tanto, con la ayuda de un asesor o la de su gestor habitual, debería revisar lo que técnicamente se llama la “duración” de los fondos de bonos (renta fija) que tiene en cartera. Así, si de repente empieza a salir la pasta del tubo, el daño será menor que si todos sus fondos de renta fija invierten en bonos de largo plazo.
Ciertamente ahora parece muy difícil pensar en inflación, pero eso es porque la economía está terriblemente tocada como consecuencia de la decisión de haberla cerrado a cal y canto durante meses, pero cuando se vuelva a la normalidad también se puede volver a la normalidad en la fijación de precios, sobre todo si todas las medidas de inyección de liquidez acaban dando resultado y generan crecimiento.