Salvo que los brotes de virus como el COVID-19 se conviertan en algo recurrente – y no es lo que ha ocurrido en la historia – dentro de un par de años este virus será un mal recuerdo, una pesadilla, especialmente para quienes perdieron a un ser querido. Pero el mundo, en general, no será muy distinto del actual.
Como digo en el capítulo anterior, habrá muchos más robots en las fábricas, la administración y los sindicatos dejarán de ponerle pegas al teletrabajo y mucha gente que no compraba a través de Internet lo hará de forma habitual. Pero, por lo demás, será un mundo que, en el momento en el que haya una vacuna y/o un tratamiento eficaz, se convivirá con el virus exactamente igual que se convive con otras enfermedades.
Eso hace de la situación actual una oportunidad única para adquirir negocios que se verán muy perjudicados en el corto y posiblemente medio plazo, pero que serán tan buenos como antes en el medio y largo plazo.
Estamos ante una oportunidad única para adquirir negocios que se verán muy perjudicados a corto, pero que serán tan buenos como antes en el largo plazo.
La hostelería o las líneas aéreas son un ejemplo. Incluso aunque haya un tratamiento para el virus, mucho tendrá que reducir los síntomas para que la gente se arriesgue a subir a un avión, llegar luego a un aeropuerto lleno de gente para, finalmente, meterse en un hotel con cientos de personas alrededor venidas de todos los lugares del mundo.
Pero cuando el virus haya remitido o haya una vacuna o un tratamiento de fácil acceso, la gente se preocupará de nuevo de buscar la mejor relación precio – calidad que de evitar el riesgo de contagio. Para entonces las acciones de esas líneas aéreas y de esas cadenas hoteleras habrán subido.
También llama la atención que marcas europeas de primera línea, por ejemplo marcas de alimentación, puedan estar todavía por debajo del precio al que cotizaban antes de esta crisis. O conglomerados como Unilever. Puede argumentarse que hay muchas empresas que venderán menos como consecuencia de la recesión, pero desde luego no serán las de alimentación o consumo discrecional básico.
En cualquier caso, cualquier inversor debe tener claro que se compra cuando el valor o el sector que interesa están “tocados” y por lo tanto baratos, sea por un virus o por una recesión, no cuando todo va estupendamente bien.
Especialmente llamativo en el caso europeo es el tema del dividendo. Un 3,50% de dividendo medio anual es lo que pagan de media los valores que componen el Eurostoxx 50. Y eso con el bono alemán a diez años cobrando un -0,40%. El dividendo bajará algo, porque habrá valores que lo recortarán como consecuencia de la crisis, pero en cuanto sea posible las empresas volverán al nivel anterior. Y por supuesto no serán todas las empresas las que lo reduzcan. Aunque bajara la media un punto porcentual – que ya es decir – con estos tipos de interés un 2,50% anual sigue siendo muy atractivo.