En el número 36 del pasado mes de Febrero de estos “Cuadernos” (5), en el capítulo de la página 17 repetía mi argumento de los últimos años para no invertir en España, que obviamente no tiene nada de antipatriótico, sino puramente profesional y que desgraciadamente ha funcionado muy bien en los últimos años, puesto que tanto Estados Unidos como otros países de la Unión Europea han obtenido resultados bursátiles muy superiores. Especialmente Estados Unidos que ha sido, como saben mi preferido. Todo esto pueden comprobarlo fácilmente revisando números anteriores en la pestaña “Cuadernos” en victoralvargonzalez.com
Hasta ahora mi recomendación de evitar España y dirigirse hacia otros mercados se resumía en dos aspectos. Por un lado, el poco interés que han mostrado los gobiernos de los últimos diez años – incluido de manera evidente el actual, claramente más interesado en otras cosas que en la economía – en apoyar la participación de España en la nueva revolución industrial, que es la revolución digital.
La falta de apoyo se manifiesta en cero interés por apoyar la innovación y el desarrollo, por mejorar la calidad de la enseñanza, por fomentar el estudio de carreras con futuro o simplemente apoyar a los emprendedores en general y al sector tecnológico en particular.
Sean del color que sean, los gobiernos se han limitado a sentarse plácidamente sobre el ladrillo y el sector turístico, sin pensar que España va camino de perderse la revolución digital como se perdió la revolución industrial. En cambio hemos abrazado con fervor religioso la tendencia a la burocracia y el exceso regulatorio de la Unión Europea.
“Pasar” de la revolución digital y de apoyar a las empresas y la innovación podría pasarnos factura ahora que los sectores tradicionales se ven amenazados.
Pero como parece que la ley de Murphy siempre se cumple, podría ocurrir que los pilares que hacen que nuestros gobiernos se despreocupen de la economía estén ahora amenazados y, al haber pasado olímpicamente de contar con un plan alternativo, el resultado podría ser muy negativo.
En primer lugar, el sector de la construcción, que encadena ya dos trimestres de crecimiento negativo y, aunque los precios se mantienen altos gracias a que mucho del dinero del Banco Central Europeo va al ladrillo, hay mucho inversor que empieza a mirar al ladrillo europeo, menos amenazado por las políticas gubernamentales. Es uno de los motivos por los que en las carteras personalizadas de Nextep Finance incluimos un fondo que invierte en el sector inmobiliario de la Eurozona si la entidad del cliente lo tiene (o trabaja con una plataforma multimarca)
Y como cuando crecen los enanos crecen todos, ahora llega el coronavirus. Lo más probable es que para el verano haya perdido mucha fuerza y baje su presencia en los titulares, pero hasta entonces está claro que el sector se va a ver perjudicado, al menos en semana santa.
Lo más probable es que la reacción del gobierno cuando empiecen a fallarle los ingresos fiscales sea subir los impuestos incluso más de lo que ya ha anunciado. Pero esa será la puntilla para la economía. Porque a la hora de la verdad, la única vía que tienen son los impuestos indirectos. Mi sensación es que el plan es utilizar causas nobles como excusa, porque nadie se queja cuando el motivo es bueno. Y nadie comprueba luego si ese dinero va a esa causa noble.
Ya se habla de un impuesto sobre el plástico, otro sobre los billetes de avión, seguramente se aumentarán los que ya existen sobre el diésel y ya están en vigor las tasas para gravar a las malvadas empresas digitales y las transacciones financieras de “los ricos” (que pagaran los fondos de inversión y planes de pensiones de la clase media). Y surgirán formulas para incluir en la ecuación la igualdad, la transición ecológica o cualquier otra causa que sea atractiva para la opinión pública y ayude a implantar el impuesto sin perder apoyo social.
El problema es que, cuestiones éticas aparte, cómo dirigir el dinero hacia algo para lo que no estaba recaudado, lo que ya ocurre con muchos de los impuestos indirectos que nos hemos acostumbrado a pagar, al hacerlo en una economía que ya está “tocada” le da el toque de gracia. Porque lo que va a impuestos no va al consumo ni a la inversión. Un nuevo motivo para insistir, muy a mi pesar, en mi recomendación de no invertir en bolsa española.