En los cuadernos de los meses de abril y mayo del año pasado insistía en que no había que vender, sino todo lo contrario: había que comprar y aprovechar la oportunidad, especialmente para comprar valores tecnológicos y “Blue Chips” europeos y norteamericanos, es decir, grandes empresas con buenos modelos de negocio y muy consolidadas.
Y como podrán comprobar en la hemeroteca de estos “Cuadernos”, daba prioridad a estas ideas frente a la inversión en emergentes (con la excepción de China).
Los motivos que me llevaron a recomendar evitar los emergentes y centrarse en los países avanzados los tienen en dichos “Cuadernos”, así que no insistiré en ello. También planteaba que el plazo para volver a la normalidad económica, que era la clave, dependería del proceso de vacunación.
Por aquel entonces no sabíamos exactamente cuándo se produciría, pero teníamos información de las empresas farmacéuticas de que sería precisamente cuando ha sido, en el primer semestre de 2021. Lo que sí sabíamos es que, desgraciadamente, se produciría mucho más rápido en los países avanzados que en los países emergentes. Y en esas estamos.
Los emergentes también se recuperarán subiéndose al carro de la recuperación económica global, pero de momento para jugar a la recuperación económica global pensamos que es mejor invertir primero en las economías desarrolladas. Es más: aparte de los países avanzados hay otros activos que se beneficiarán más que los emergentes.
Otro motivo por el que hemos infraponderado los emergentes es la subida de los tipos de interés en el mercado de bonos, especialmente en Norteamérica. Es fácil entender que un país como EE.UU., que tiene controlada la expansión del virus, que alcanzará pronto la inmunidad de grupo, cuyas expectativas de crecimiento son muy fuertes y ofrece cada vez mejor remuneración en sus bonos, se convierte en un competidor muy difícil para los bonos de los países emergentes. Tienen que aumentar significativamente sus tipos de interés para poder competir y eso no es bueno para su recuperación.
Tipos de interés más altos en la financiación a medio y largo plazo no son precisamente lo que necesitan estas economías para recuperarse, por lo que los posibles efectos positivos del incremento de la demanda global chocan con el efecto negativo que supone que en muchos de estos países la pandemia esté en plena ebullición y el efecto relativo de un incremento de las condiciones de financiación.