Pese a los esfuerzos de las empresas del sector financiero para que los avances tecnológicos no lleguen a los inversores – pues reduciría sus ingresos por comisiones –, al final no se pueden poner puertas al campo y el cliente del sector financiero no tiene por qué permanecer en la edad media mientras el mundo a su alrededor entra en la era digital. De hecho, y si me permiten la “cuña” publicitaria, esta es una parte fundamental de mi filosofía en relación con los servicios que ofrezco ahora y que ofreceré en el futuro. No pagar más comisiones que las absolutamente necesarias y justificadas.
Un ejemplo de cómo la gestión de carteras de inversión también avanza, y avanza para todos, son las posibilidades que ofrece el uso de los fondos de inversión cotizados –ETF – como complemento a los fondos de inversión tradicionales.
Nótese que digo complemento y no sustitución. El sector ha conseguido que, pese a ser fondos de inversión, los ETF no gocen de las ventajas fiscales de éstos, lo que representa una estrategia muy eficaz para que productos tan útiles y baratos no sean utilizados masivamente por los inversores. Sociedades de valores, gestoras de patrimonios, bancos, etc., salvo notables excepciones, todos, incluidos los que se autodenominan independientes, viven de la retrocesión de comisiones que reparten los fabricantes de fondos de inversión u otros productos financieros por la distribución de sus productos.
Gracias a los ETF podemos adaptar el nivel de amortiguación al terreno en el que entramos apretando simplemente un botón.
El problema que tienen los fondos índice y los ETF es precisamente que son baratos, es decir, dejan poca retrocesión al distribuidor. De ahí que no suelan aparecer en la oferta de las entidades o estén escondidos en la trastienda. Es lo de siempre: le interesan mucho el cliente pero poco a la entidad financiera que “asesora”. Y al cliente le interesan porque, además de ser baratos, se compran y venden en segundos, lo que les convierte en el arma perfecta para “cubrirse” cuando pintan bastos, o descubrirse rápidamente cuando vuelve a salir el sol.
Por su parte los fondos índice tienen todas las ventajas fiscales de los fondos de inversión y son baratos, como los ETF, pero no nos sirven como amortiguadores temporales de una cartera porque no se pueden comprar o vender en segundos como los ETF. Traspasar el dinero de un fondo a otro lleva días, incluso hasta una semana, sea fondo índice o tradicional. Es el estabilizador que nos interesa tener frente a amenazas de largo plazo que no sabemos cuándo se van a producir, pero no para las de corto o sobrevenidas.
La “amortiguación”, por lo tanto, ya la teníamos, pero era poco eficiente. Ahora, gracias a los ETF, podemos adaptar el nivel de amortiguación al terreno en el que entramos simplemente apretando un botón. Ya no tenemos que estar cargando todo el año con una amortiguación adecuada al campo pero no a la autopista o viceversa. En otras palabras, ahora podemos tener una amortiguación estable en función de la volatilidad esperada en el ejercicio, pero también podemos aumentar nuestro grado de cobertura ante el aumento del riesgo y reducirla rápidamente cuando pase.
Antes de acabar, una cuestión fundamental: dejar de ganar dinero por no pagar impuestos no es una buena estrategia de inversión. Hay que minimizar la factura fiscal, por supuesto, y más en países como el nuestro en el que ese dinero se malgasta o cosas peores, pero de ahí a obsesionarnos hasta el punto de no ganar dinero o dejar de utilizar una cobertura que nos puede ahorrar muchos disgustos hay un trecho. Aun así, insisto en que los ETF como cobertura se pueden utilizar perfectamente en combinación con fondos tradicionales y así optimizar fiscalmente la prudencia.
En el título de este epígrafe hablo de “democratización” porque antes, la cobertura rápida de una cartera solo era accesible para la “aristocracia” del dinero, es decir, profesionales que manejaran importantes cantidades en “brokers” o mesas de tesorería de la banca. Ahora está al alcance de todo el que sepa cuáles son los productos adecuados frente a cada riesgo y cuándo debe comprarlos o venderlos (información que compartiré con ustedes en mi informe de alto valor añadido, de próxima publicación).
Se preguntarán por qué empleo un capítulo entero a hablar de algo que no es un dato macroeconómico ni una idea de inversión. Efectivamente, no lo es, pero es algo importante para su dinero y la filosofía de este informe es hablar de lo importante, y esto puede serlo para sus inversiones. Y se lo digo ahora que todo es de color de rosa porque el momento de comprar cobertura es cuando todo está tranquilo y la cobertura está barata. Ya subirá cuando las cosas se compliquen. Un ejemplo práctico y de plena actualidad sobre el uso de coberturas lo vemos en el epígrafe que viene a continuación.