Es mucha la gente que no entiende por qué suben las bolsas con la que está cayendo en la economía (la bolsa española no sube igual que el resto, pero es una excepción). Respondemos a esta pregunta en el primer capítulo de estos cuadernos, donde explicamos que las bolsas descuentan escenarios futuros y que actualmente descuentan una vuelta gradual de la actividad económica, que esperan se consolidará con la llegada de un tratamiento eficaz —o una vacuna— contra el virus.
Ha habido bolsas que se han recuperado mucho más que otras, bien por tener componentes relacionados con la revolución digital y no solo vieja economía, bien porque sus gobiernos se han preocupado por cuidar su tejido productivo. Pero las bolsas en general se han recuperado sobre todo como consecuencia de la intervención de los bancos centrales, como suele ocurrir en todas las crisis.
Porque, como ya sabemos por experiencia, mucho de ese dinero destinado a la economía real acaba en los mercados financieros.
Para no complicar las cosas no voy a insistir sobre el mecanismo por el cual una parte importante de ese dinero que tendría que ir a negocios y hogares acaba en los mercados de bonos y acciones y el sector inmobiliario.
Todo el que tiene cierta relación con los mercados o la información financiera ha visto y vivido como el dinero de los programas de estímulo monetario que ha habido desde 2008 han apoyado la subida del precio de los inmuebles y de los activos financieros. Y esta vez no va a ser distinto.
Los bancos centrales no tenían más remedio que proveer de liquidez al sistema, salvo que estuvieran dispuestos a aceptar el colapso del sistema financiero mundial y su consecuencia inmediata sobre la economía real: una depresión que habría dejado pequeña a la de los años 30 en Estados Unidos, porque esta habría sido global.
Así, han creado el entorno financieramente más favorable que ha existido nunca, y lo de “nunca” es literal, entendido como aquel entorno en el que la liquidez en el sistema nunca ha sido tan abundante y los tipos de interés tan bajos, tanto los de corto plazo como los de largo plazo, ya se trate de prestamos bancarios, letras o bonos. Lo vemos en el caso norteamericano en el gráfico número tres, pero la situación es la misma en cualquier otro lugar del mundo.
Gráfico n.º 3: Las condiciones monetarias más favorables de la historia.

No hace falta tener conocimientos financieros sofisticados para entender el gráfico n.º 3. Y su importancia para el inversor. En la parte de arriba vemos la evolución del índice SP 500 (la media aparece en línea azul discontinua). En la parte de abajo, un índice compuesto por distintos parámetros relativos a las condiciones monetarias (nivel de los tipos de interés, volumen de liquidez en el sistema, etc.).
Como puede comprobarse, a más accesible y barato el dinero, mayores son las subidas que se producen en la bolsa a partir de ese momento (en este caso el SP 500). Cuando los bancos centrales inyectar liquidez no la reparten discrecionalmente. Al final los grandes inversores, ya sean particulares o bancos de inversión y fondos, son quienes tienen más fácil el acceso al crédito. Con estos tipos de interés les resulta gratis pedir prestado para invertir. Además, los grandes fondos de pensiones se encuentran con que tienen mucho dinero que invertir y los bonos dan muy poco rendimiento. En esta circunstancia y tratándose de inversores de largo plazo prefieren el alto dividendo que ofrecen las acciones.
Para nosotros la conclusión es evidente: si sigue el proceso de vuelta a la normalidad económica, aunque sea gradual y lleve tiempo, al final esa montaña de dinero generará un efecto parecido al que generó tras las otras crisis.
Evidentemente esto no ocurrirá si no se descubre un tratamiento y posterior vacuna contra el virus. Haga lo que haga la Reserva Federal la economía no podría aguantar otro proceso de cierre. Pero si se vuelve a la actividad, tarde o temprano gran parte de ese dinero irá a los mercados.
Pero no sólo se trata del dinero de los bancos centrales. También está el de los inversores particulares, que huyeron despavoridos ante la caída del mercado y que además no se incorporaron a la recuperación porque la mayoría de los analistas aconsejaron lo contrario. El resultado es que ahora tienen gran parte de su dinero en fondos monetarios que no dan nada.
Y no estamos hablando aquí solo de inversores particulares, sino de inversores institucionales. Lo vemos en el gráfico número cuatro. A la izquierda, el dinero que han almacenado los inversores particulares en fondos monetarios. A la derecha, los institucionales.
Gráfico n.º 4: El dinero de los inversores está en fondos monetarios.

En esta ocasión hay dos grandes diferencias con respecto a las crisis anteriores. La primera es que nunca se había llegado a acumular una montaña de liquidez como esta en manos de los inversores. La segunda es que, en esta ocasión, ese dinero no recibe cupón alguno y en algunos casos está pagando por estar en liquidez. De hecho, en el caso de los inversores particulares paga en todos los casos, porque si descontamos las comisiones y tenemos en cuenta que los tipos son cero o negativos es muy difícil que cualquiera de esos fondos monetarios pueda obtener rentabilidad alguna.
Si se vuelve a la normalidad, tarde o temprano esos inversores se preguntarán qué hacen con tanto dinero en unos fondos que no les dan nada o que incluso tienen garantizada la pérdida por la falta de cupón (tipo de interés). Normalmente el primer destino de ese dinero tan asustado son los bonos de medio y largo plazo. El problema es que, a diferencia de otras ocasiones, en esta tampoco dan cupón o es muy bajo. Así que si la economía vuelve a tener un funcionamiento razonable lo normal es que parte de este dinero vaya a fondos de renta variable y por lo tanto a impulsar a los índices bursátiles. Y hablar de “parte” de este dinero es hablar de una cifra enorme.
Para que se hagan una idea, la Fed ha puesto en el sistema seis billones de dólares. Aproximadamente la mitad se intentará que vaya a la economía real —ya veremos si no se queda algo en los bancos de camino—, pero el resto son créditos sin un objetivo específico y compras de bonos para proveer de liquidez a los inversores. Por su parte, el Banco Central Europeo pone en el sistema unos tres billones de euros. Casi 10 billones de dólares en total solo entre EEUU y la eurozona, a lo que hay que añadir el resto del bancos centrales del mundo.
Por cierto: curiosamente, en el primer número de estos cuadernos del mercado, el del mes de abril de 2017, les decía que subirían las bolsas porque todavía tenían mucha gasolina en el depósito (pueden consultar detalles viendo dicho número en la hemeroteca de la web victoralvargonzalez.com). Desde entonces, el índice de la bolsa norteamericana, el SP 500, ha subido hasta hoy un 50%, pese a la caída que han tenido las bolsas como consecuencia del coronavirus. Pues ahora ya no es que haya gasolina: ahora estamos ante un reactor nuclear.