Políticos, economistas, empresarios, altos ejecutivos: todo el mundo es susceptible de acabar viviendo fuera de la realidad. Hay un síndrome “torre de marfil” que acaba afectando a muchos de aquellos que suben a los escalones más altos en su profesión. Y los síntomas van desde no saber lo que cuesta un café hasta a perder unas elecciones por no tener ni idea de que piensan tus votantes, o ser devorado por un “disruptor” digital y quedarte “ojiplático”.
Los economistas, sobre todo los académicos, tenemos mucha tendencia a aislarnos en los datos y, de paso, aislarnos de la realidad. Los que trabajan en la torre de marfil de los bancos centrales son los más proclives a este tipo de aislamiento.
Díganme, si no, porque Janet Yellen – o los economistas del BCE – “alucinan” – y es verídico, ambos han dicho que no lo entienden – cuando ven este gráfico:
Gráfico nº 8: La inflación mundial, desde 1980.

Lo que muestra el gráfico es que la inflación empezó a caer en los noventa y se ha quedado parada en niveles históricamente bajos a partir del año 2005. Caída y posterior entrada en encefalograma plano, o incluso con tendencia a la baja.
¿Que curioso no? Coincide con el máximo nivel de globalización – ergo competencia global en precios y salarios -, el despegue del comercio electrónico – fuertemente competitivo y desinflacionista – la puesta en marcha de la nuevas tecnologías aplicadas a la extracción de combustible fósil – fracking, etc.-, y, más recientemente, el advenimiento del vehículo eléctrico o la caída de los costes de los paneles solares y molinos de energía eólica.
El único que no se da cuenta de que algo está cambiando en el proceso de fijación de precios del sistema es un banquero central subido en una torre de marfil.
Cualquier ciudadano que compre “on line”, utilice un coche eléctrico, lea en los periódicos lo del mega parque eólico de Alemania o sufra el modelo laboral actual, especialmente los más jóvenes, no se extrañaría nada ante este gráfico. El comercio electrónico y la globalización generan una enorme competencia en precios, lo que es obviamente desinflacionista. El nuevo modelo energético y el “fracking” limitan el potencial de subida del precio del petróleo. El nuevo modelo laboral y la globalización limitan la capacidad de negociación salarial de muchos colectivos, especialmente aquellos cuyas tareas pueden robotizarse (que cada vez son mas) Finalmente, cualquiera que utilice Internet para sus compras sabe lo difícil que es establecer un precio que esté fuera de mercado y lo fácil que es comparar y encontrar algo más barato. En materia de fijación de precios, Internet no tiene precio. Y eso crea un mercado enormemente eficiente.
Esto, que se resume en diez líneas y un gráfico , lo entiende cualquiera que viva en el mundo actual, pero parece que no les entra en la cabeza a los banqueros centrales.
Pero a nosotros no nos sirve de nada “alucinar” con su falta de visión: tenemos que analizar las que pueden ser las consecuencias sobre los mercados de su falta de contacto con la realidad.
Fíjense, además, que es un gráfico global. Si fuéramos sólo a los países donde el desarrollo del comercio electrónico es más fuerte, ahí la inflación subyacente es menor que la media mundial del 2%. Especialmente en Europa y en Japón, pero también en los EE.UU.
Lo más importante es la consecuencia que puede tener esto sobre los tipos de interés. Sobre los que marcan los bancos centrales – los de corto plazo – y sobre los que establece el mercado (los de los bonos)
La primera conclusión es que, a más fuera de la realidad estén los banqueros centrales, es decir, a más suban los tipos de interés ahora, menos los subirán en el futuro. En el contexto descrito, en un mundo de muy baja inflación, y cuando los factores que lo generaron siguen vivos, luchar contra una inflación que ni está ni se la espera mantendrá el escenario o incluso podría hacer que la inflación global cayera algo más en el futuro. Al final la realidad muerte: incluso desde la torre de marfil verán que no hay inflación o es muy leve y detendrán sus “ansias” alcistas. Y se centrarán en reducir sus balances, que eso si que es un problema que tienen que solucionar.
Luchar contra una inflación que ni está ni se la espera mantendrá el escenario o incluso podría hacer que la inflación global cayera algo más en el futuro.
Para el inversor y el ahorrador el mensaje es, en el fondo, muy sencillo: más de lo mismo:
- Los tipos se van a mantener muy bajos durante mucho tiempo.
- Los cupones de la renta fija, también.
- Si queremos una rentabilidad razonable tendremos que tomar ciertos riesgos. Y no necesariamente solo en bolsa.
- Quién confíe su pensión a la renta fija puede llevarse una desagradable sorpresa dentro de unos años.
- Cuidado con pensar que comprar ladrillo y alquilarlo es la panacea. Como eso lo va a hacer todo el mundo, en el largo plazo acabará notándose en el precio de los alquileres
- En unos años la oferta de alquiler será enorme, porque todos los ahorradores se habrán llevado gran parte de su dinero del depósito a comprar un piso para alquilarlo.
- Pero, por el momento, la inversión en ladrillo es muy interesante. Como dije en uno de las primeros informes del año, en “mi libro” (“¿Y yo, que hago con mis ahorros? – Deusto) – y en artículos anteriores -, el dinero de los depósitos se irá a “pisos”. Hay que aprovecharlo, por supuesto. Pero hay que ser consciente de que puede acabar en burbuja inmobiliaria.
- Lo mismo se puede decir de las bolsas. Acabarán mal, porque más adelante el dinero que entre lo hará por desesperación, no por análisis. Hay que aprovecharlo, pero no queremos ser el que se quede con el “florero”.