Lo que puede ocurrir en el corto plazo es decir, en días o semanas lo podemos explicar en dos gráficos.
El primero, el gráfico número 1 de este informe, es donde vemos cómo evoluciona el índice de volatilidad más seguido por el mercado. Para entender que refleja este índice lo mejor es recordar como se le conoce coloquialmente: es “el índice del miedo”.
Su definición estadística no es esa ni tampoco se refiere a volatilidad exclusivamente en el sentido de inestabilidad, pero, para no entrar en tecnicismos, nos quedaremos con que, efectivamente, en la práctica es un índice que mide el nivel de miedo que hay en el mercado.
Gráfico nº 1: el VIX o “índice del miedo”

El circulo negro muestra un momento de auténtico pánico – la crisis de las “subprime” y el rojo corresponde a la crisis de la devaluación del yuan, un tema muy serio. El repunte señalado con un círculo verde corresponde al momento en el que, a finales de 2018, la reserva Federal de los Estados Unidos tuvo la ocurrencia de decir que lo que le gustaría es que los tipos estuvieran en el 3 %, que era para ellos el tipo de interés “neutral” (lo sería en los años 60, pero decir eso hoy en día es una barbaridad). Finalmente, en color naranja tenemos el “subidón” de volatilidad que ha generado el miedo al coronavirus o, por ser más precisos, el miedo al efecto de contracción sobre la economía que pudieran tener las medidas de contención del virus.
Como puede verse, la evolución del VIX es muy cíclica, lo cual supone una gran ventaja, puesto que es bastante más predecible que un índice bursátil. Como podrán ver siempre que alcanza zonas muy bajas o zonas muy altas tiende a corregir. En otras palabras, el VIX se mueve como un péndulo. Y como tal se moverá en breve mediante una caída de la volatilidad que irá acompañada de algún tipo de repunte a corto plazo en el mercado. Evidentemente esto no significa más que eso, un repunte momentáneo, no tiene porque tener continuidad, pero es en esta primera parte del capítulo estamos tratando de predecir que hará el mercado en los próximos días o semanas.
La evolución del VIX es cíclica y pendular, lo cual supone una gran ventaja, puesto que es bastante más predecible que un índice bursátil.
¿Y a un plazo más largo? Esa respuesta es obviamente más complicada, puesto que dependerá del grado de presión social a los gobiernos para la aplicación de medidas restrictivas en el movimiento de las personas y bienes, qué es lo que produce una contracción de la economía. Pero otra característica de esta sociedad actual es lo rápido que cambia de prioridades y de preocupaciones. Bastaría que, como empieza ocurrir en China, los casos se vayan estabilizando, para que los medios de comunicación y la redes sociales perdieran interés. Y en gran medida el nivel de histeria lo marcan los medios.
Nuestra opinión sobre la evolución a medio y largo plazo del mercado ya la hemos expresado en el segundo capítulo de este informe, pero vamos aquí “opinión” a los mercados, viendo un gráfico que incluye algunos momentos de aumento de volatilidad y pánico parecidos al actual. Es el gráfico número 3.
Gráfico nº 2: El SP 500 desde el año 2009

La conclusión gráfica es evidente: por el momento seguimos en un mercado alcista – la línea azul continua – que se inició después del derrumbe de 2009. Y hasta ahora todas las grandes caídas han sido oportunidades de compra más que avisos de venta por fin de tendencia.
Para que se rompiera la tendencia tendría que producirse algún evento adicional negativo o que, contrariamente a otras epidemias, no se estabilizara el número de casos sino que siguiera en aumento y eso obligara a los gobiernos a tomar medidas realmente contundentes, cuyo efecto superará el de ocasiones anteriores. O que no hubiera posibilidad de desarrollar una vacuna, aunque absolutamente todos los científicos están de acuerdo en que la vacuna se puede desarrollar y la única duda es cuando estará lista.
Pero evidentemente nuestra misión es considerar todos los escenarios.
Otra cuestión que uno puede plantearse es que en algún momento se romperá esa tendencia. La respuesta es obviamente que sí, pero para eso tendría que producirse algún cambio económico financiero de gran magnitud, como podría ser que la Reserva Federal empezar a subir los tipos de interés de forma continuada o, sin ir más lejos, que las negociaciones entre China y Estados Unidos no hubieran llegado a buen puerto y hubieran entrado en una guerra comercial a largo plazo.
Por lo demás, mi opinión es que estamos dentro de un “súper ciclo” alcista de larga duración apoyado en una revolución industrial – la digital – y un auténtico “tsunami” de liquidez provocado por los bancos centrales, que aporta gasolina de sobra a los mercados. Lo explico con detalle en el capítulo de la página nº 5 del “Cuaderno” número 10, de Diciembre de 2017 (4)
¿Y qué deberíamos hacer si finalmente pareciera que no habrá vacuna, el virus se expandiera sin control por el mundo entero, resistiendo incluso el cambio de temperatura estacional – normalmente este tipo de virus decae con el calor – y, como consecuencia, el riesgo de contracción económica es brutal?
En ese caso habrá básicamente tres refugios para nuestro dinero, y además se ganaría mucho en ellos porque siempre que cae algo hay otra cosa que sube y más en situaciones extremas.
Un beneficiario sería sin duda el oro, que suele sacar partido de las situaciones de pánico y crisis económica. El dólar podría ser también refugio – nos ha funcionado estupendamente como amortiguador en las carteras a lo largo de esta crisis – pero probablemente lo fuera mejor el franco suizo.
Y si se diera el escenario dantesco descrito lo que subiría el precio de los bonos de alta calidad crediticia, porque los tipos de interés entrarían todavía más en territorio negativo, ya que la consecuencia inmediata del proceso de hibernación económica que generarían las medidas de contención sería la deflación. Y de la deflación es muy difícil salir. Y cuando bajan los tipos de interés y la inflación sube el precio de los bonos (2)
En un escenario de no contención y no vacuna, a los que les iría muy bien sería a los bonos, porque el mundo entraría en deflación y de eso es muy difícil salir.
Evidentemente lo anterior suena un tanto exagerado, pero un asesor financiero puede equivocarse en sus predicciones pero no puede dejar de tener un “plan B” Y conocer los instrumentos necesarios para implementarlo.
Y por cierto: en este en cualquier otro escenario, pero especialmente en uno como este, sería muy importante trabajar con una plataforma multimarca que tenga una amplia variedad de fondos de inversión y, a ser posible, ETFs. Lo digo porque en la mayoría de los bancos comerciales no van a encontrar ustedes un fondo que invierta en minas de oro ni un ETF cuya evolución vaya ligada al precio de este metal y probablemente tampoco un fondo que invierta en francos suizos.